Últimas voluntades en España. Auge, tendencias y curiosidades
La tendencia es clara e imparable: en 2012 se realizaron más de 124.000 incineraciones en los casi 200 crematorios existentes en España. En algunas ciudades el porcentaje está llegando al 70%, como en Sevilla y Jaén; en otras, como Zaragoza, supera el 60% de los fallecidos. También en Valencia y Málaga las cremaciones superan a las inhumaciones. En 2007 la media española apenas llegaba al 23%.
Pero, ¿cuáles son las costumbres más habituales – o más extravagantes – a la hora de guardar o esparcir las cenizas? ¿Y cuáles las causas de este crecimiento meteórico? Vamos a desvelar algunas de estas claves con la ayuda de una empresa española pionera en el sector: YATRI.
¿Qué hacemos los españoles con las cenizas de nuestros difuntos?
Lo más habitual es esparcirlas en el mar o en lugares con un sentido emotivo para la persona fallecida; también es bastante común conservarlas en el hogar, en un recipiente especial (mini urnas); o incluso transformarlas en diamante, tras un proceso de cristalización. Pero más allá de lo corriente, los gustos de los españoles son cada vez más variados y sorprendentes, llegando incluso a lo extravagante. Y son también más numerosas las empresas especializadas en cumplir esas últimas voluntades, por muy complicadas que parezcan. Una de las pioneras en la profesionalización e innovación de este servicio es YATRI, algunas de cuyas experiencias explicamos a continuación.
•Urnas biodegradables que se esparcen o se entierran con una semilla o plantón, y de las que, con los años, acaba creciendo un árbol, símbolo de vida y unión con la naturaleza.
•Depositar las cenizas del difunto en el cráter de un volcán, para que en el momento de la erupción se mezcle con las cenizas del propio volcán y ambas se esparzan unidas para siempre.
•Enterrar las cenizas de sus abuelos en aquel lugar recóndito que fue su refugio durante la guerra, y que siempre quisieron que fuera su refugio postrero.
•Esparcirlas desde un helicóptero en medio de los Alpes, lugar donde el difunto y su esposa se enamoraron años atrás.
•Enterrar las cenizas en una urna ecológica y con un plantón de “ Tejo”, árbol milenario y cuya corteza es componente de la medicación que se usa para combatir el cáncer (causa de la defunción).
•Esparcirlas en el punto exacto donde falleció ahogado su padre, al hundirse el barco en que viajaba.
•Guardarlas en una urna de sal y fibras naturales y depositarlas en el fondo del mar; y que los asistentes a la ceremonia lo vean desde dentro del agua, buceando.
•Enterradas en el parque natural que fue objeto de sus estudios e investigaciones climáticas en vida.
•Una tendencia en alza entre los españoles: honrar el recuerdo de sus mascotas. Como, por ejemplo, dando un paseo en helicóptero con las cenizas de su querido chihuahua por aquellos lugares en los que solían pasear, para después lanzarlas al mar.
En definitiva, para todos los gustos, economías y exigencias. Pero sea cual sea la última voluntad del difunto o el deseo de sus familiares, “es muy importante que siempre se realice con profesionalidad, dentro de la legalidad y con el mayor respeto al entorno”, señala Juan Antonio González Angulo, Director General de YATRI. Esparcir los restos indiscriminadamente – en arroyos, parques, lugares protegidos, proximidades del litoral… – además de ilegal puede resultar poco higiénico e incluso contaminante. Es conveniente, pues, contar con los servicios de una empresa especializada.
Un diplomático hindú es incinerado en una pira de leña.
Este titular ya no tendría lugar hoy en día, pero hace apenas unas décadas en España no existían hornos crematorios. El primero que se instaló en nuestro país fue en el cementerio de la Almudena de Madrid, en 1973. El motivo de esta novedad: “por si surgía la demanda de algún extranjero”. Unos años antes, el servicio funerario se había visto obligado a realizar la cremación de un diplomático hindú en una pira de leña, ante la falta de crematorios. Y es que hasta 1964 la Iglesia Católica no autorizó la cremación de cadáveres, durante el papado de Pablo VI, en que se dictaminó que tal práctica no se oponía a ningún dogma de fe.
Durante las siguientes décadas el número de cremaciones realizadas en España ha ido creciendo poco a poco, especialmente en zonas urbanas, aunque siempre muy por detrás de la inhumación. En 1992, por ejemplo, en Madrid se realizaron un 20% incineraciones, en Sevilla un 18% y en Bilbao un 28%. Hoy la cremación está empezando a igualar e incluso superar al entierro tradicional (en los núcleos urbanos) si bien con cifras muy alejadas de otros países como Japón (97%), y muy similares a Gran Bretaña (70%) o Dinamarca (68%).
Causas y beneficios, más allá de la crisis
Pero, ¿a qué se debe este gran crecimiento? ¿Es la crisis la única responsable? ¿Ha habido un cambio cultural? ¿Una mayor conciencia ecológica? ¿O es simple cuestión de espacio? Pues un poco de todo. Vayamos por partes:
1. La crisis: la cremación es una práctica notablemente más económica que el entierro tradicional (féretro aparte, hay que incluir el pago del terreno, el arriendo de la sepultura, la lápida, el cuidado y mantenimiento de la tumba…). Un gasto que muchas familias ya no pueden o no quieren asumir.
2. Cambio cultural: hoy la cremación es una opción socialmente bastante más aceptada que hace unos años. La rigidez de las costumbres se ha relajado también en este sentido, gracias a la influencia de otras culturas. Incluso se ve con mejores ojos a la hora de realizar un homenaje póstumo, más emotivo y con la seguridad de cumplir la última voluntad del homenajeado.
3. Ecología: si se realiza correctamente, la cremación no contamina aguas ni tierras, y sólo emite a la atmósfera anhídrido carbónico y vapor de agua. También resulta energéticamente eficiente, por el aprovecha- miento del calor. Y no tiene riesgo de posibles focos de infección (de los restos humanos o del féretro).
4. Falta de espacio: es un problema creciente en las grandes ciudades, también para los cementerios. Ni siquiera la reutilización de nichos es suficiente. La cremación, simplemente, no tiene necesidad de suelo. Es por tanto una solución de futuro.
Además, es un proceso mucho más práctico, sencillo y rápido que el entierro tradicional, ya que evita trámites legales, pagos posteriores y complicaciones una vez se ha realizado la cremación. Una opción que facilita enormemente las cosas a los familiares del difunto. Una tendencia imparable que está transformando notablemente las costumbres funerarias de los españoles.