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Actualizado: 24/04/2024
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Laboratorio de antropología forense o granja de cadáveres, donde los cuerpos se descomponen a la intemperie

Laboratorio de antropología forense o granja de cadáveres, donde los cuerpos se descomponen a la intemperie

Vía: BBC Mundo

El día es soleado y se sienten más de 30º de temperatura, el aire es húmedo y pesado, de lejos parece que estemos en una pradera ideal para dar un paseo, pero al adentrarse en los matorrales un fuerte hedor a muerte hace llorar los ojos.

La revolucionaria ley que permite convertir los cadáveres humanos en abono para jardines en estados Unidos, nos hace entender que en este terreno de poco más de una hectárea hay 15 cuerpos humanos desperdigados.

Están todos desnudos, algunos encerrados en jaulas metálicas, otros cubiertos con un plástico azul, otros enterrados y otros directamente a la intemperie. Cada cuerpo forma una silueta de hierba muerta, pero luego, en esa misma porción de terreno, crecerá un arbusto vigoroso, más alto que los demás.

Este lugar es un laboratorio de antropología forense a campo abierto de la Universidad del Sur de la Florida (USF), en Estados Unidos, que opera desde 2017 en el condado de Pasco, a 25 minutos de la ciudad de Tampa.

Comúnmente la gente lo llama la «granja de cadáveres», aunque los científicos prefieren llamarle cementerio forense o laboratorio de tafonomía, que es el área que estudia lo que ocurre con un organismo después de su muerte.

Cuerpos en descomposición
La granja de cuerpos de la USF es una de las siete que hay en Estados Unidos. También hay en Australia, y en países como Canadá y Reino Unido hay planes de abrir sus primeras granjas este año.

Los cadáveres que hay en la granja de la USF fueron personas que antes de morir decidieron donar voluntariamente su cuerpo a la ciencia. En otros casos, son los familiares del difunto quienes deciden entregarle el cuerpo a los forenses.

El principal objetivo de estos lugares es entender cómo se descompone el cuerpo humano y qué ocurre en el ambiente que lo rodea durante ese proceso. Entender ese proceso brinda datos clave para resolver crímenes o de mejorar las técnicas de identificación de personas.

Kimmerle y su equipo consideran que la mejor manera de entender todo eso que ocurre es observarlo en tiempo real, con cuerpos reales en un ambiente real. Según explica Kimmerle, en general el cuerpo humano pasa por cuatro etapas después de la muerte.

En la primera etapa, llamada «cuerpo fresco», baja la temperatura del cadáver y la sangre que deja de circular se acumula en ciertas partes del cuerpo.

Luego, durante la «descomposición temprana», las bacterias comienzan a consumir los tejidos y se empiezan a notar cambios en el color de la piel. En la tercera etapa, la «descomposición avanzada», se acumulan gases, el cuerpo se hincha y se rompen los tejidos.

Finalmente, comienza la «esqueletonización», que se hace primero evidente en el rostro, las manos y los pies. Bajo algunas condiciones de humedad y otros factores, el cuerpo puede quedar momificado. Estas etapas, sin embargo, se ven influenciadas por el ambiente en el que esté cuerpo, y eso le interesa a los forenses.

Datos valiosos
En la granja de la USF algunos cuerpos están rodeados por jaulas de metal para protegerlos de animales carroñeros. La jaula evita que sean devorados por zarigüeyas y buitres, así que los forenses pueden estudiar cómo ocurre la descomposición de los tejidos. También observan la acción de los gusanos, que se alimentan de los órganos internos del cadáver, pero no de la piel.

Otros cuerpos, por el contrario, sí están totalmente expuestos, a merced de los carroñeros que llegan en bandadas de hasta 50 ejemplares. Hacen huecos en la piel, arrancan músculos y tejidos y hasta voltean el cuerpo para comer todo lo que puedan.

Mientras todo eso ocurre, los investigadores visitan la granja cada día para tomar fotos y videos, observar cómo evoluciona el cuerpo y comparar el proceso de cada uno según cómo y dónde esté ubicado, ya sea enterrado, en la superficie o incluso en el agua.

Junto a los forenses también trabajan geólogos y geofísicos que analizan el suelo, el agua, el aire y la vegetación. Les interesa saber de qué manera las sustancias que libera el cuerpo inerte cambian las propiedades del lugar donde se descomponen. «Tratamos de obtener la mayor cantidad de información de cada individuo», dice Kimmerle.

Cuando los cuerpos ya son solo esqueletos, son transportados a lo que los forenses llaman «laboratorio seco», donde limpian los huesos y los almacenan para que queden disponibles para estudiantes e investigadores.

Crímenes sin resolver
Los datos que recolectan los investigadores de tafonomía son útiles para investigaciones forenses y de medicina legal. La forma en la que se descompone un cuerpo sirve para refinar la estimación de cuánto tiempo lleva una persona muerta o si el cuerpo fue movido o enterrado.

Las sustancias que libera y el estado del cadáver también dan pistas sobre el origen de la persona. Eso, sumado a otros datos genéticos y el análisis de los huesos, brinda información que puede aplicarse en casos criminales que han quedado sin resolver.

Por eso, parte de la misión de estas granjas es prestarle servicios a autoridades que intentan esclarecer homicidios. Para muchos puede resultar chocante trabajar a diario con la crudeza de la muerte y ver cuerpos humanos en un estado que normalmente preferimos ocultar.

También menciona que es un reto enfrentarse a historias de familias que perdieron a sus hijos hace 20 ó 30 años y aún están buscando sus restos.

Para ella, su labor tiene sentido en la medida que ayude a esclarecer alguno de los cerca de 250.000 crímenes sin resolver que hay en Estados Unidos desde 1980.

¿De quiénes son estos cadáveres?
Desde su apertura en octubre de 2017, el cementerio forense ha recibido 50 cuerpos de donantes y tiene una lista 180 predonantes, es decir, personas vivas que ya decidieron que al morir quieren entregarse, literalmente, a la ciencia.

Los donantes son en su mayoría personas ancianas que ya comienzan a planear sus últimos años de vida. «Es como planear tu profesión post-mortem», dice Kimmerle. Es como si los donantes ayudaran a resolver crímenes después de muertos.

Una ciencia emergente
Las granjas de cuerpos aportan datos a la ciencia, pero también tienen limitaciones. Patrick Randolph-Quinney, antropólogo biológico de la Universidad de Lancashire Central en Reino Unido, dice que de manera general está a favor de este tipo de laboratorios, pero afirma que aún es una ciencia emergente.

«El problema con estas instalaciones a campo abierto es que tienen una tremenda cantidad de variables que no pueden controlar, sino simplemente monitorear», le dice Randolph-Quinney a BBC Mundo.

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