El sonido de las hojas secas bajo los pies de Juana resonaba en el silencio del cementerio de Llucmajor cuando se dio cuenta de que algo faltaba. Había dejado una maceta especial en la tumba de su madre, un gesto de amor que fue robado en cuestión de días. La frustración y la impotencia se hicieron presentes en su voz: «No puedo entender por qué lo hacen. No respetan a los muertos».
Este no es un incidente aislado. Desde principios de año, los robos se han intensificado, afectando a numerosos vecinos que, como Juana, han visto desaparecer macetas, adornos y hasta placas con nombres de las tumbas de sus seres queridos. «Es una tristeza enorme porque compras estas cosas con amor», comenta otro afectado que perdió un ángel de piedra y rosales.
El fenómeno no se limita a Llucmajor. Llar d’Estels, la empresa gestora del cementerio, confirma que también ocurre en Porreres, Algaida y Lloret. Incluso en Palma y Alcúdia, gestionados por otras entidades, se han reportado casos similares. «La gente no tiene vergüenza», dice un trabajador del cementerio, resignado ante la imposibilidad de detener estos hurtos.
Las medidas de seguridad parecen insuficientes. Aunque el cementerio cierra a una hora fija, los robos ocurren a plena luz del día. «Si no pillas a alguien in fraganti, es imposible detenerlo», explica un empleado. Algunos vecinos han optado por llevar macetas demasiado grandes para ser robadas fácilmente, mientras que otros prefieren adornos de plástico.
A pesar de las quejas, las denuncias formales no llegan a la policía local. Los afectados sienten que sus voces no son escuchadas y que el problema sigue sin resolverse. «Es muy triste, pero parece que nadie puede hacer nada», expresa otro vecino, reflejando el sentimiento general de impotencia.
La falta de respeto hacia los difuntos y sus familias ha generado un profundo malestar en la comunidad, que se enfrenta a la difícil tarea de proteger los recuerdos de sus seres queridos en un lugar que debería ser de descanso y paz.
