El mural “Sueños de paz” nació como un abrazo visual, un gesto de arte urbano para reconfortar a quienes caminan junto al cementerio municipal de Mazarrón. Desde octubre, la obra de David Flores González envolvía el entorno con la imagen de un ángel infantil en reposo, diseñado para invitar a la reflexión en un espacio marcado por el duelo.
Pero el sábado 10 de mayo, ese mural dejó de ser sólo arte. A plena luz del día, aparecieron sobre él unas pintadas realizadas con espray naranja: frases acusatorias, personales y destructivas dirigidas directamente al autor. Las pintadas cubrían casi toda la superficie —catorce metros de largo por cuatro de alto—, convirtiendo un rincón de sosiego en un foco de tensión.
La reacción fue inmediata. El Ayuntamiento de Mazarrón interpuso una denuncia por daño patrimonial, y el propio artista hizo lo mismo por vulneración del honor. David Flores, con obras repartidas por media España, confesó sentirse “sorprendido y dolido”: era la primera vez que sufría un ataque así.
Mientras se investiga quién fue el responsable, las autoridades ya han borrado parcialmente las frases para hacerlas ilegibles. Y el autor ha anunciado que restaurará la obra de forma gratuita, como muestra de respeto a la comunidad que la acogió con entusiasmo desde el principio.
El Consistorio también ha informado de la inminente instalación de una cámara de vigilancia para evitar nuevos actos vandálicos. La concejala de Sanidad, Carmen Navarro, ha recordado que el mural formó parte de los trabajos de ampliación de la necrópolis, y que su impacto emocional fue inmediato entre los vecinos.
“Todos los comentarios fueron positivos y emotivos”, había dicho Flores el día de su inauguración. Hoy, en medio del escándalo, su compromiso con Mazarrón sigue intacto. Porque el arte también es resistencia.