Durante seis meses, el silencio del cementerio municipal de Sedaví no fue el habitual. No fue el recogimiento, ni el respeto, ni la paz. Fue un silencio obligado, impuesto por la fuerza de una dana que arrasó parte del recinto el pasado 29 de octubre, dejando tras de sí una estampa desoladora: estructuras en ruinas, tumbas dañadas y un acceso restringido que solo permitía entierros urgentes.
Ahora, medio año después, el camposanto ha vuelto a abrir sus puertas. Lo ha hecho coincidiendo simbólicamente con el aniversario de aquella tormenta que lo cambió todo. Desde este miércoles, los vecinos pueden volver a visitar a sus seres queridos, aunque el acceso deberá realizarse provisionalmente por la calle Metge Andreu Minguet.
“Es un lugar seguro para la ciudadanía”, afirman desde el ayuntamiento, que ha trabajado durante meses para hacer posible esta reapertura. Aún quedan zonas por reparar, y por ello se pide paciencia y comprensión. Parte de la fase más antigua del cementerio fue declarada en ruina, y las obras necesarias para su demolición y reconstrucción siguen pendientes de los informes técnicos preceptivos.
El alcalde, José Francisco Cabanes, ha explicado que el proceso no ha sido sencillo. Una de las tareas más delicadas ha sido la exhumación y posterior reubicación de los restos de los nichos afectados. Un proceso que ha exigido contactar con todas las familias implicadas y cumplir estrictamente el reglamento sanitario mortuorio.
Pero lo esencial ya está hecho: el lugar ha sido restaurado hasta el punto de poder volver a acoger visitas. Y eso, para muchos vecinos, supone un alivio y un gesto de normalidad que se echaba de menos.
A veces, reconstruir un cementerio es también reconstruir una parte del alma colectiva de un pueblo. Sedaví ha dado ese paso. Y aunque aún quede camino por recorrer, lo importante es que la vida —y la memoria— siguen su curso.