Cuando el reloj marcaba las doce y media del mediodía, Ciriego se preparaba para una jornada más en su cementerio. Todo transcurría como cada día, con despedidas silenciosas y homenajes íntimos. Pero la normalidad se rompió de golpe: el suministro eléctrico se desplomó y dejó todo a oscuras.
El apagón, que duró hasta las seis de la tarde, no sólo dejó en penumbra iglesias y parroquias. También puso en jaque a los servicios funerarios de la ciudad. En pleno proceso de cremación, el horno crematorio del cementerio de Ciriego se quedó sin electricidad, sorprendiendo a todos con un cadáver dentro.
Mientras tanto, en el Tanatorio El Alisal, el equipo de Funeraria La Montañesa activó rápidamente sus generadores de emergencia. Según explicó su gerente, Joaquín Cavero, esos autogeneradores garantizan entre ocho y doce horas de autonomía eléctrica, una salvación vital para momentos críticos como este. La prioridad absoluta fue clara: proteger la conservación de los cuerpos. “Centramos toda la energía en las cámaras de frío y los túmulos”, explica Cavero. Otros servicios, como la cafetería, cerraron durante horas para ahorrar electricidad donde no era estrictamente necesaria.
Las salas de velatorios, aunque envueltas en una luz más tenue, lograron mantenerse operativas. Eso sí, sin móviles ni internet, algo que muchos asistentes lamentaron, pero que no logró empañar la solemnidad de los actos de despedida.
El apagón alteró inevitablemente el programa de incineraciones previsto para la jornada. «Hubo que reorganizar todo», admite Cavero, que reconoce que, aunque estaban preparados para emergencias, el corte de luz afectó al normal desarrollo de los servicios programados.
Así, en un lugar donde el respeto y el silencio son siempre protagonistas, ayer también reinó la incertidumbre, obligando a familiares y trabajadores a adaptarse, una vez más, a la fragilidad de lo inesperado.
