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Actualizado: 01/11/2024
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Los parisinos redescubren sus cementerios al estar sus teatros cerrados a causa del virus chino

Los parisinos redescubren sus cementerios al estar sus teatros cerrados a causa del virus chino

Vía: Agencias

Los cementerios de Paris (Francia) han pasado de ser lugares de duelo a pequeños paraísos apartados del bullicio de la capital francesa donde muchos encuentran el arte y la tranquilidad.

El cementerio más famoso de Europa es el de Père-Lachaise, nos trasladan a otro mundo que, con la vida puesta en pausa por la pandemia, atrae a contemplativos, ascetas, parejas y paseantes.

Despojada de los turistas, los locales visitan las tumbas de aquellos personajes célebres que decidieron prolongar su estancia en la ciudad de la luz y algunos parisinos reparan, por primera vez, en la belleza y el misterio de los monumentos de algunas de sus tumbas.

Así lo asegura a Efe Sylvain École, conservador de los cementerios de París: «Desde el inicio del confinamiento muchos vienen a los cementerios buscando paz, arte y curiosidad por conocer las vidas de las celebridades que aquí están enterradas».

Más de tres millones de personas visitan cada año Père-Lachaise, por lo que levantar un monumento funerario allí «requiere la autorización del conservador del cementerio y un informe favorable del arquitecto del Patrimonio de Francia», explica École.

Un parque para los parisinos
París es una de las ciudades más densas de Europa y, sin duda, una de las que menos espacios verdes tiene. Para encontrar paz, los parisinos deben desplazarse a los periféricos Bosques de Boulogne y de Vincennes.

Por ello, cementerios como el Père-Lachaise se han convertido en el espacio de recreo de muchos locales. Más aún con un toque de queda a partir de las 18.00 horas no permite alejarse en busca de zonas verdes.

«Hacía tiempo que queríamos venir pero nunca encontrábamos el momento. Ahora con los museos cerrados hemos decidido descubrir los lugares menos conocidos como este», explican Stefano y Sara, dos italianos que viven en París.

«Hemos venido para huir del ruido y aprovechar la calma de este lugar. Nunca habíamos venido a este cementerio. Es un lugar que hay que ver por su rareza y la cantidad de famosos que están enterrados aquí», dice esta familia de Normandía.

Tan sólo el graznido de los cuervos rompe el silencio de este lugar que asegura un viaje al pasado con sus más de 70.000 sepulturas, entre las que destaca la de la mítica cantante Edith Piaf, una de las mas visitadas.

Sus leyendas van desde las monumentales borracheras sobre la tumba de Jim Morrison, los besos con pintalabios sobre la de Oscar Wilde, hoy protegida por una mampara de cristal, o las visitas esotéricas a la del padre del espiritismo, Allan Kardec.

Otra de las tumbas mas famosas es la de Victor Noir, un periodista que fue asesinado en 1870 por orden de Napoleón III y cuya escultura posee un miembro prominente que las mujeres que buscan fertilidad acuden a frotar.

Museos para la eternidad
Además de la función de parque urbano, los otros dos grandes cementerios parisinos (Montparnasse y Montmartre) también han incrementado sus visitas.

Aún en Père-Lachaise, se ven tumbas extrañas como la de André Chabot, un fotógrafo especializado en arte funerario que eligió para su sepultura una enorme cámara fotográfica de granito negro colocada en el interior de una capilla.

En Montparnasse se puede encontrar una de las mejores esculturas del artista rumano Constantin Brancusi, que adorna la tumba de una joven rusa que se suicidó con 23 años y que hoy en día es objeto de litigio entre la familia y el Estado francés por considerarla patrimonio nacional.

El cementerio de Montmartre alberga las tumbas del escritor Alejandro Dumas y del personaje que inspiró su novela «La Dama de las Camelias», la del creador de la opereta moderna Jacques Offenbach, la del literato Émile Zola y de las cantantes Dalida y France Gall, entre otros.

La mayoría de estas célebres tumbas pasan desapercibidas al lado de grandes mausoleos y capillas que los inquilinos más adinerados del cementerio se hicieron construir para dar una idea de su grandeza incluso una vez muertos, con tumbas elevadas a más de diez metros de altura, por ejemplo.

Más discretas son las lápidas de Julio Cortázar, en Montparnasse, cuya pequeña escultura que la adorna, con la imagen de un «cronopio», fue realizada por su amigo Julio Silva, quien también ilustró la portada de «Rayuela», su obra más famosa.

Cortázar comparte el sueño eterno con Maupassant, Sartre, Baudelaire, Susan Sontag, Serge Gainsbourg y la reciente inhumación en octubre de 2020 de la cantante Juliette Greco

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