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Actualizado: 19/03/2024
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Morir no es gratis

Morir no es gratis

Vía: Autor: José Antonio Casado Mena / Opinión de Murcia

En la madrugada del viernes 1 de septiembre el alma de mi querido primo José María Perelló Mena abandonó el cuerpo del que hacía uso en esta vida terrenal para reunirse con Dios en el cielo, como hombre de fe que siempre fue.

Mis padres y mi hermana corrieron al tanatorio. Una angustia muda les ahogaba. José María, nuestro José María, había muerto. Yo llegué algo más tarde. Entre lágrimas, llantos y recuerdos, empezó a suceder lo increíble.

Les cuento un poco para ponerles en antecedentes. Mi primo era un joven de 43 años, divorciado. Tenía una hija de 7 años con su primera mujer y otra de 3 años con su segunda pareja. Su madre, mi tía Rafaela, es una pensionista de las de 600 €/mes. El fallecido no tenía seguro de decesos, al igual que el 43% de los muertos en España. Tampoco tenía dinero ahorrado, ni sus descendientes, ni su madre, ni sus exmujeres, ni aquellos que en vida habrían tenido la obligación de alimentarle (como reza el Código Civil) podían cubrir los gastos del funeral, por lo que sobrevino un problema.

El tanatorio, ante la insolvencia manifiesta, sostuvo que si no había seguro y si nadie se hacía cargo de los gastos, el protocolo a seguir era meter el cuerpo en una cámara frigorífica unos ocho o diez días, mientras el Juzgado competente les daba la orden de enterrarlo en una fosa común, cuyo montante resultante el Ayuntamiento podría reclamarlo con posterioridad. Mi familia se echó las manos a la cabeza, entre lágrimas, mientras se preguntaban cómo era posible que en pleno siglo XXI el Estado español no pudiera cubrir algo así.

De inmediato, el tanatorio sacó una tabla de horarios y dijo que dependiendo de una serie de circunstancias, tales como el destino del féretro (cementerio o cremación), el ataúd, los certificados, las tasas, la misa, las coronas de flores, la lápida, las esquelas, los servicios funerarios y los impuestos podría costar unos 6.000€, aunque ajustándolo podrían dejarlo en 4.600 €, cuando el coste medio de un sepelio por municipio es de unos 3.545 €, según la OCU.

Y así es, por triste que resulte y por muchos impuestos que hayamos pagado durante nuestra vida y por honorable que ésta haya sido, que el Estado te abandona sin misericordia alguna, aunque no sin antes cobrarte un impuesto de lujo del 21% por los gastos ocasionados claro, ya se encargó el Ministro D. Cristóbal Montoro de incrementar en 13 puntos porcentuales el IVA (del 8% al 21%) en el año 2013, salvo las flores que son al 10% y el alquiler del nicho y el servicio religioso que están exentos. Gracias por el detalle.

Con este panorama, a la familia Mena sólo nos quedaban dos opciones o hacer una colecta entre amigos y familia, o esperar a que alguien se ofreciera a pagarlo todo a tocateja para que mi primo pudiera tener un velatorio, una misa y un entierro digno. Finalmente, lo hizo mi padre, a fin de otorgarle a mi primo la dignidad que el Estado español le había usurpado. Los primos por nuestra parte portamos a hombros con orgullo el féretro.

Esto me traslada a cuestiones morales en las que me planteo qué hemos hecho mal como sociedad para que los invitados a una boda den dádivas y cantidades ingentes de dinero a los contrayentes y no seamos capaces de poner ni un solo euro para el funeral de un difunto o para ayudar a la viuda o a los hijos huérfanos que, en muchas ocasiones, quedan tan desamparados.

Que Dios nos pille confesados y con billetes en el banco. De quinientos a poder ser, y muchos.

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