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Actualizado: 27/03/2024
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El historiador Serafín Aldecoa mostró el Modernismo y el arte en el cementerio de Teruel

El historiador Serafín Aldecoa mostró el Modernismo y el arte en el cementerio de Teruel

El historiador Serafín Aldecoa fue el encargado de inaugurar el programa que recuerda el paso del Modernismo por la ciudad de Teruel entre los siglos XIX y XX, con una conferencia sobre el arte en el cementerio de la ciudad. El repaso por el camposanto muestra obras de un «Modernismo más austero que el que se veía en los grandes edificios que pagó la burguesía», explica este historiador turolense.

La arquitectura floral, y el protagonismo de las curvas y las líneas se dejan para las casas de esta pujante clase burguesa, como la Casa Ferrán o La Madrileña, porque «en las obras públicas, como en el cementerio o en las escuelas del Arrabal, no había dinero para florituras».

De los planos del arquitecto Pablo Monguió, discípulo de Gaudí, salieron las principales referencias del Modernismo en la ciudad. Como arquitecto municipal, también firmó obras públicas como el depósito de cadáveres del cementerio de Teruel.

El recorrido por el camposanto muestra también rejas que, según Aldecoa, salieron del taller de forja de Matías Abad, otro de los nombres propios del Modernismo turolense, y obras del artista plástico Salvador Gisbert, como un nicho muy singular.

A pesar de estas obras modernistas, la realidad es que el arte más habitual en el cementerio turolense es el de los «historicismos, sobre todo en los pabellones de las grandes familias». Aldecoa hace hincapié en que los cementerios «son muy clasistas» y viendo la diferencia de las tumbas también se aprende mucho de esa sociedad de finales del siglo XIX y principios del XX.

«Las familias importantes de la ciudad como los Toranes o los Garzaranes no querían repetir el mismo modelo de pabellón, por lo que buscan distintas líneas artísticas» y así, es posible encontrar pabellones neorrenacentistas, neorrománicos o neogóticos, aunque estos últimos son los más numerosos.

El neogótico triunfó en esa época en toda Europa, porque se entendía como un arte «más espiritual, más elevado», y esos elementos góticos se recuperan también en otros edificios de la ciudad como la iglesia de los Franciscanos o el claustro de la iglesia de San Pedro.

Y quizá por este interés en diferenciarse de las otras familias es posible también encontrar pabellones como el de la familia López Pomar, con un estilo «ecléctico, indefinido, que no se parece a nada». De entre todos los pabellones del cementerio de Teruel, Aldecoa destaca el dedicado a Francisco García Esteban, «con trazas neogóticas de una elegancia espectacular».

El pabellón de este farmacéutico se construyó tras celebrar un concurso de arquitectos, que convocó el jefe de los racioneros para cumplir su última voluntad, con el que se quería elegir la mejor idea, y para ello se destinaron 50.000 pesetas, toda una pequeña fortuna en 1919.

Y el otro pabellón que Aldecoa resalta es el que guarda los restos de Marcos Pardos, catedrático de instituto, que muestra una reproducción exacta de una pequeña ermita románica.

 

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