La tragedia de un panteón en O Barco: una historia de vandalismo y desesperación

La tragedia de un panteón en O Barco: una historia de vandalismo y desesperación

Ramiro González Álvarez, un vecino de O Barco de Valdeorras, vive una pesadilla recurrente cada vez que visita el cementerio de Millarouso. Allí, el panteón familiar que guarda los restos de sus padres y su hermano es continuamente objeto de actos vandálicos. Este sábado, la escena que encontró fue desoladora: la malla que había colocado en la puerta para evitar la entrada de aves había desaparecido, y todos los cristales de la entrada estaban rotos. Además, la placa con los nombres de los difuntos, junto con sus fotos, fue retirada sin dejar rastro.

Esta no es la primera vez que Ramiro se enfrenta a tal devastación. Con una mezcla de impotencia y frustración, ha denunciado estos incidentes a la Guardia Civil en cuatro ocasiones, pero los ataques parecen persistir. «Cuando muera, que me quemen, si no, vienen y me desentierran», expresa con tristeza, reflejando el nivel de desesperación al que ha llegado.

Ramiro intentó tomar medidas por su cuenta. Instaló una pequeña cámara de vigilancia en la cruz de la cubierta del panteón, pero rápidamente desapareció. Ahora, considera reemplazar la puerta con una blindada de hierro y añadir tres cerraduras para proteger el descanso de sus seres queridos.

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El problema no se limita al cementerio. La casa familiar de Millarouso también ha sido blanco de robos y destrozos. Los autores se llevaron cinco depósitos de agua y rompieron una manguera, a pesar de que Ramiro había instalado otra cámara de vigilancia para identificar a los responsables.

El colmo de esta serie de desgracias llegó con una macabra esquela que circuló por O Barco, anunciando la muerte de Ramiro: «El lunes, 1 de enero, a las 5:30 de la tarde, en la iglesia de Millarouso y, seguidamente, su incineración en el puto infierno. Favores por los que anticipan gracias», decía el texto, aumentando aún más el sufrimiento de este hombre.

Ramiro sospecha de quiénes podrían ser los autores de estos actos, pero las pruebas son insuficientes para tomar acciones legales. Mientras tanto, su lucha por preservar la paz de sus difuntos continúa, en un ambiente que debería ser de respeto y tranquilidad, pero que se ha convertido en un campo de batalla contra el vandalismo.