En el corazón de la Reserva Natural de Jandía, al sur de Fuerteventura, se encuentra un pequeño cementerio que parece desafiar al tiempo y al olvido: el cementerio de Cofete. Este modesto camposanto, situado junto al mar, es un testimonio silencioso de una época en que la vida en esta aislada región insular era dura y solitaria.
Construido con sencillas cruces de madera, arena y piedras, el cementerio de Cofete fue utilizado hasta mediados del siglo XX por los habitantes de la zona. En aquellos tiempos, el acceso al interior de Fuerteventura era prácticamente imposible, por lo que las familias optaban por enterrar a sus seres queridos cerca de sus hogares, evitando el arduo traslado hasta Betancuria, donde se realizaban tradicionalmente los entierros.
El entorno del cementerio es tan humilde como conmovedor. No hay caminos pavimentados ni esculturas elaboradas, solo la arena y el viento que han moldeado su perímetro a lo largo de los años, borrando lentamente las fronteras entre la tierra y el mar. A pesar de su sencillez, el lugar resiste como un símbolo de la comunidad que una vez habitó Cofete y de su lucha por sobrevivir en un entorno tan inhóspito.
Hoy en día, Cofete es más que un simple destino turístico. Con 14 kilómetros de costa virgen, es uno de los tesoros naturales más preciados de Canarias, libre de hoteles y construcciones modernas, y protegido por la imponente Crestería de Jandía. Este paraje alberga también importantes proyectos de conservación, como el dedicado a la tortuga boba, destacando su valor ecológico.
Visitar Cofete es una experiencia que trasciende la simple observación de una playa paradisíaca. Es una oportunidad para conectar con la memoria de sus antiguos habitantes, para apreciar la belleza salvaje del paisaje y para reflexionar sobre el equilibrio entre el desarrollo y la preservación. La historia del cementerio y sus alrededores subraya la importancia de respetar y proteger tanto el patrimonio cultural como el natural.
El cementerio de Cofete, con su sencilla y conmovedora historia, nos invita a recordar que incluso en los lugares más remotos, cada cruce de caminos tiene su propia narrativa, esperando ser contada y apreciada. Este rincón de Fuerteventura nos enseña que la memoria, al igual que la naturaleza, debe ser cuidada y valorada, resistiendo al paso del tiempo con dignidad y respeto.