La familia de Susana Gisbert vivió una verdadera pesadilla durante el entierro de un ser querido en Valencia. Lo que debía ser un momento de recogimiento y despedida se convirtió en una odisea burocrática cuando, por error, una funeraria exigió 5.000 euros en pleno entierro, amenazando con desahuciar un nicho que había sido comprado en 1935.
La historia se remonta al 22 de junio de 1935, cuando el abuelo de Susana, Manuel Gisbert Rico, entonces alcalde de Valencia, adquirió un nicho en el cementerio con concesión perpetua. En él reposan hasta doce familiares, según el historial del título de derecho funerario. Sin embargo, tras la repentina muerte de un familiar el pasado 3 de julio, la situación tomó un giro inesperado.
Durante los preparativos para la ceremonia, la familia fue informada de que el nicho había caducado el 19 de marzo, una afirmación que sorprendió a Susana, ya que apenas tres meses antes había depositado las cenizas de su madre en el mismo lugar sin inconvenientes. La situación se agravó cuando la funeraria les comunicó que, para continuar con el entierro, debían pagar 5.000 euros de inmediato.
La confusión y el estrés se apoderaron de la familia. La fiscal valenciana Susana Gisbert, en un intento por esclarecer la situación, intentó comunicarse con el Ayuntamiento, pero fue informada de que no atenderían llamadas un sábado. En medio del caos, una cuñada de Susana recordó que había tomado una foto del título de derecho funerario, lo que se convirtió en la clave para resolver el conflicto.
La imagen del documento evidenciaba que el nicho era, en efecto, de concesión perpetua y que no podía haber caducado en la fecha indicada por la funeraria. La familia mantuvo su postura y se negó a realizar el pago exigido. Finalmente, tras varios momentos de tensión, la funeraria admitió que había sido un error del Ayuntamiento, aunque no ofrecieron disculpas ni explicaciones adicionales.
A pesar de que el entierro pudo llevarse a cabo, el evento dejó un mal sabor de boca en los familiares, quienes se sintieron vulnerables ante un error administrativo que podría haber tenido consecuencias irreparables. Susana Gisbert decidió compartir su experiencia para advertir a otros sobre la importancia de estar atentos a posibles errores y malentendidos en situaciones tan delicadas.
Este episodio resalta la necesidad de una gestión más eficiente y empática en los servicios funerarios, donde los errores burocráticos pueden amplificar el dolor de las familias en momentos ya de por sí difíciles.