En un rincón solitario de El Hierro, la cueva de La Lajura guarda un secreto ancestral. Durante siglos, esta cueva volcánica ha sido un testigo mudo de las prácticas funerarias de los bimbapes, antiguos habitantes de la isla. Gracias a un innovador estudio arqueoentomológico, los investigadores han logrado desentrañar los rituales mortuorios de estos pueblos antiguos a partir del análisis de los restos de insectos que compartieron este espacio con los difuntos.
La historia comienza en los años noventa cuando, por casualidad, las obras de una carretera revelaron la existencia de esta cueva funeraria. Situada a 600 metros sobre el nivel del mar, La Lajura fue utilizada como un lugar de descanso eterno entre los siglos VI y XI d.C. Las excavaciones realizadas a finales del siglo XX revelaron tres estratos distintos, cada uno con sus propias características funerarias.
En el estrato más significativo se encontraron cuerpos en posición anatómica rodeados de tablones de madera, mientras que otros estratos mostraban restos humanos que habían sido expuestos al fuego y evidencias de hogueras rituales. Pero, ¿cómo es posible que los insectos nos cuenten esta historia? Aquí es donde entra en juego la arqueoentomología funeraria, una disciplina que analiza los insectos asociados a restos humanos para entender los procesos de descomposición y las prácticas mortuorias.
Durante la investigación, se tamizaron litros de sedimento en busca de pequeños fragmentos de insectos. Sorprendentemente, se identificaron más de 5,800 restos entomológicos pertenecientes a 4,521 individuos mínimos. Entre ellos, las moscas y los escarabajos jugaron un papel crucial en el proceso de descomposición de los cuerpos. La presencia de especies como Chrysomya albiceps y Necrobia rufipes no solo ayudó a confirmar que los cuerpos se descompusieron dentro de la cueva, sino que también ofreció una perspectiva única sobre la biodiversidad del pasado.
La historia de La Lajura es un testimonio de cómo los insectos, a menudo considerados molestos, pueden ser portadores de historias fascinantes. Además de revelar las prácticas funerarias de los bimbapes, el estudio también ofrece una instantánea biogeográfica del extremo occidental del Paleártico antes de la llegada de los europeos. La presencia de ciertas especies de insectos, ahora distribuidas globalmente, en El Hierro antes del siglo XV, subraya la importancia de este lugar como un punto crucial en la historia biogeográfica.
El estudio, liderado por Pedro Henríquez-Valido y financiado por el Consejo Europeo de Investigación, no solo arroja luz sobre el pasado de El Hierro, sino que también sienta las bases para futuras investigaciones en otras partes del archipiélago canario. Este trabajo proporciona una comprensión más profunda de cómo se llevaban a cabo los enterramientos colectivos y amplía nuestro conocimiento sobre la biodiversidad premoderna y los patrones de movilidad de especies asociadas a la actividad humana. Sin duda, los insectos de La Lajura han revivido una parte olvidada de la historia de Canarias.