En Driebes, un pequeño pueblo de Guadalajara, el tiempo y el terreno han ido erosionando algo más que una simple pared. El muro del cementerio, en su lateral suroeste, amenaza con venirse abajo. No es solo una cuestión estructural: es la línea que separa el respeto de la ruina, el recuerdo de quienes ya no están y la seguridad de quienes aún visitan.
Ante esta situación, la Diputación de Guadalajara ha decidido actuar con contundencia. La Junta de Gobierno ha aprobado un proyecto de intervención que moviliza más de 600.000 euros para estabilizar la tapia y evitar un posible desastre. No se trata de una obra cualquiera. Está incluida dentro del Plan de Obras Singulares 2024, diseñado para atender infraestructuras que, por su riesgo o deterioro, exigen respuestas urgentes que los pequeños ayuntamientos no pueden afrontar por sí solos.
La intervención será técnicamente compleja. El terreno, compuesto por distintos materiales y con un desnivel pronunciado, obliga a utilizar soluciones de ingeniería avanzadas. Entre ellas, destacan la instalación de micropilotes para reforzar la cimentación, el drenaje del área afectada, la impermeabilización del muro y el control constante de los movimientos del terreno mientras duren las obras.
Las actuaciones comenzarán con la limpieza y eliminación de elementos inestables. A partir de ahí, se ejecutará paso a paso una reconstrucción segura y duradera. En total, se prevé un plazo de 21 semanas —casi cinco meses— hasta que el muro vuelva a ser, no solo una barrera física, sino también un símbolo restaurado de dignidad y cuidado patrimonial.
El cementerio de Driebes no puede esperar más. Cada grieta es una llamada de atención, y cada día sin intervención es un riesgo que nadie está dispuesto a seguir asumiendo.