El viernes por la tarde, Mario Fleitas Suárez, un vecino de Telde de 52 años, vivió una experiencia que jamás olvidará. Lo que debía ser una tranquila visita para adornar la tumba de un ser querido en el cementerio de San Gregorio se convirtió en una inesperada situación de encierro.
A las 18:30 horas, el camposanto cerró sus puertas. Nadie comprobó si aún quedaban visitantes. Cinco minutos después, Fleitas y un familiar intentaron salir y descubrieron que estaban atrapados. «Nadie avisó ni por megafonía ni de ninguna otra forma», denunció.
Desesperados, contactaron con la Policía Local, que gestionó la apertura de la puerta a través de la empresa concesionaria del mantenimiento del cementerio. Afortunadamente, el incidente no pasó a mayores, pero dejó al descubierto una preocupante falta de protocolo.
«Soy una persona mayor. Esto no puede volver a suceder», expresó Fleitas, subrayando el riesgo que podría suponer una situación similar para personas de edad avanzada o con problemas de salud.
El afectado ha instado al concejal responsable a implementar medidas que garanticen que todos los visitantes abandonen el lugar antes de proceder al cierre. La ausencia de controles y avisos previos ha generado inquietud entre los vecinos, que temen que otros puedan enfrentarse a situaciones parecidas en el futuro.
La historia de Mario Fleitas es un recordatorio de que incluso los actos más cotidianos, como rendir homenaje a un ser querido, pueden tornarse peligrosos si no se aplican las normas básicas de seguridad.