Imagina caminar sobre siglos de historia… y cientos de tumbas. La majestuosidad de la Mezquita-Catedral de Córdoba, emblema del patrimonio mundial, guarda bajo sus pies un secreto que hasta hace poco permanecía enterrado: durante el siglo XVIII, el recinto fue un auténtico cementerio.
La clave para desvelar esta faceta desconocida del monumento está en un plano de 1741. No es un plano cualquiera, sino una joya gráfica que ha sido estudiada con precisión por los profesores Juan Cantizani y Antonio Gámiz, de las Universidades de Córdoba y Sevilla. Publicado en la revista científica Expresión Gráfica Arquitectónica, su trabajo demuestra la existencia de 1.085 sepulturas y 52 criptas repartidas entre capillas y galerías del templo.
El plano, anónimo, pintado al óleo y conservado en el Archivo de la Catedral, es una radiografía silenciosa de la época. Una ortofoto en alta resolución ha permitido analizar cada símbolo y rótulo con herramientas digitales modernas como el CAD, revelando una historia que no se contaba en los libros.
La leyenda principal del plano lo deja claro: “SEPULTURAS”. Y no es poesía. Para comprobar su veracidad, los autores han identificado cerca de 200 tumbas aún visibles hoy día dentro del monumento. El resto, desaparecidas con las obras de pavimentación entre los siglos XIX y XX.
Pero el mapa no es la única fuente. La investigación se ha completado con el análisis de registros parroquiales y testamentos de la época, que han permitido calcular un total de 2.589 enterramientos entre 1722 y 1741: 1.966 en el interior y 623 en el patio. En ellos reposaban clérigos, nobles, parroquianos e incluso difuntos del Hospital de San Sebastián.
La realidad es que muchas de estas sepulturas se compartían, sobre todo en el patio, entre personas sin recursos. La muerte, al igual que la vida, también tenía su jerarquía.
Este hallazgo arroja una nueva luz sobre el uso de los espacios religiosos antes de que Carlos III prohibiera los entierros en iglesias en 1787. El templo cordobés, más allá de su belleza arquitectónica, fue también escenario del descanso eterno para miles de almas.
Gracias a esta investigación, hoy podemos imaginar lo que ya no vemos: un templo vivo que también fue, en su día, morada de los muertos. Un espacio que, como pocos, encierra capas superpuestas de espiritualidad, poder y silencio.