Sin tierra donde descansar: la falta de cementerios musulmanes en Madrid

Sin tierra donde descansar: la falta de cementerios musulmanes en Madrid

A Ahmed le sorprendió la muerte de su padre una tarde de invierno. Lo que no esperaba era que, además del dolor por la pérdida, su familia tendría que enfrentarse a un problema añadido: no sabían dónde podrían enterrarlo. Querían seguir sus creencias, su cultura, su fe. Pero no era posible. No en Madrid.

En la Comunidad de Madrid viven alrededor de 323.000 personas musulmanas, según datos del Observatorio Andalusí. Cada año fallecen, de media, unas 90 personas de esta confesión. Sin embargo, ningún cementerio público en la región dispone de espacio activo destinado a enterramientos islámicos. El único que existía, en Griñón, está completo.

Este vacío no es nuevo. Desde hace más de dos décadas, diferentes asociaciones, como la Comisión Islámica de España o Entierro Digno, reclaman sin éxito una parcela en el Cementerio Sur de Carabanchel, aproximadamente de 10.000 metros cuadrados. Cada intento ha quedado paralizado por razones administrativas o falta de voluntad política.

Y mientras tanto, muchas familias se ven obligadas a trasladar a sus seres queridos fallecidos a otras comunidades, como Valencia, donde sí existe un cementerio musulmán. Un viaje forzado en uno de los momentos más difíciles de la vida.

La Constitución Española, en su artículo 16, reconoce la libertad religiosa y la cooperación del Estado con todas las confesiones. Sin embargo, en la práctica, no todos los ciudadanos pueden ejercer este derecho hasta el final de sus días. Madrid, una ciudad diversa, no refleja aún esa pluralidad en sus camposantos. Curiosamente, sí existen cementerios para otras confesiones minoritarias, como la judía, aunque la comunidad hebrea en la región es considerablemente menor, con entre 10.000 y 15.000 personas.

La tendencia, además, ha cambiado. Muchos musulmanes que antes repatriaban a sus fallecidos ahora desean ser enterrados en España. Aquí han construido su vida. Aquí quieren descansar.

Mientras los tanatorios se adaptan poco a poco a todos los credos con salas de oración polivalentes, los cementerios se han quedado atrás. En una sociedad que cambia, los símbolos deben evolucionar con ella. Porque no se trata solo de religiones, se trata de dignidad, de empatía, de reconocer a quienes viven –y mueren– aquí.

La muerte no debería enfrentarse a barreras burocráticas ni religiosas. Morir en paz también es un derecho. Y Madrid aún no está a la altura.