Es difícil imaginar un acto más cruel: 85 tumbas, muchas de ellas de bebés y niños pequeños, han sido vandalizadas en la sección musulmana del cementerio de Carpenders Park Lawn, en Watford (Reino Unido). Las lápidas, algunas arrancadas y otras destrozadas, han dejado una profunda herida en las familias y en toda la comunidad.
La policía de Hertfordshire ha calificado el suceso como un “daño criminal grave” y ha intensificado las patrullas en la zona. También ha pedido colaboración ciudadana para localizar a los responsables de lo que muchos ya definen como un ataque inhumano.
Wadi Funeralcare, la empresa funeraria que gestiona parte del recinto, expresó su consternación: “Algunas tumbas fueron objeto de actos atroces de irrespeto”, señalaron en un comunicado.
El cementerio está en Watford, pero depende administrativamente del Ayuntamiento de Brent. Su líder, Muhammed Butt, aseguró que devolverán el lugar a su estado digno tan pronto como finalicen las investigaciones policiales. “Nuestros pensamientos están con las familias. No puedo imaginar cómo se sienten”, expresó.
Desde el Consejo del Distrito de Three Rivers, el concejal conservador Abbas Merali calificó el hecho como “un acto bárbaro”. Las muestras de solidaridad se han multiplicado en la comunidad local, donde la consternación se mezcla con el miedo a que este tipo de ataques no sea un caso aislado.
Las autoridades trabajan contrarreloj para reparar los daños y restaurar las lápidas, pero el daño emocional tardará en cicatrizar. Las tumbas vandalizadas no eran simples monumentos: eran el último hogar de niños cuyas familias ahora viven el dolor de perderlos por segunda vez, esta vez por culpa del odio o el desprecio.
El cementerio, un espacio de recogimiento y memoria, se ha convertido por un instante en el centro de una tragedia silenciosa que toca el alma de todos.