Durante años, las familias de Trapani, en Sicilia, pagaban un “café para el sepulturero” sin saber que, tras ese gesto aparentemente inofensivo, se escondía una red criminal perfectamente organizada.
Una operación policial destapó el escándalo. El cementerio municipal no era solo un lugar de descanso, sino el escenario de un esquema macabro: entierros acelerados a cambio de sobornos, exhumaciones ilegales, reventa de nichos, certificados médicos falsos e incluso robo de objetos de los fallecidos.
Al frente de la trama estaba el ex sepulturero municipal, ahora arrestado junto a su asistente. En total, más de 15 personas están siendo investigadas, incluyendo un médico forense de la Agencia Sanitaria de Trapani que emitía certificados falsos para vaciar tumbas antes del plazo legal.
La red favorecía a funerarias concretas a cambio de comisiones, marginando a la empresa que oficialmente tenía la concesión del servicio. Además, las tumbas liberadas de forma ilegal eran revendidas a nuevas familias, que ni imaginaban que el nicho ya había sido ocupado antes.
Uno de los casos más indignantes se conoció en febrero de 2024: una familia, al visitar la tumba de un ser querido, descubrió que había sido reemplazada por otra persona. El cuerpo fue hallado después en una bolsa en otra parte del cementerio.
La policía también documentó robos de joyas, colaboración con floristas para revender flores recién colocadas, y la realización de obras clandestinas en capillas privadas, todo sin permisos ni impuestos.
Este escándalo ha sacudido a la comunidad siciliana. Aunque las autoridades insisten en que la investigación sigue abierta, la herida causada por la violación de lo más sagrado –el descanso de los muertos– tardará mucho más en sanar.