El eco del merengue se apagó de golpe. El pasado martes 8 de abril, una tragedia sin precedentes sacudió al Distrito Nacional cuando el techo de la discoteca Jet Set colapsó en pleno concierto del legendario Rubby Pérez, quien también perdió la vida en el siniestro.
El dolor se ha apoderado de cientos de familias. Los alrededores de la discoteca, hospitales y morgues se han convertido en centros de angustia donde se agolpan familiares en busca de respuestas. Muchos de ellos han encontrado solo nombres en una lona improvisada: los de sus seres queridos, ya sin vida.
En respuesta a esta catástrofe, la Alcaldía del Distrito Nacional ha decidido liberar 150 nichos en el Cementerio Cristo Redentor. Es una medida urgente, pero también profundamente simbólica: ofrecer un lugar digno donde despedir a quienes se fueron sin aviso, sin justicia, sin razón.
“Estamos trabajando en coordinación con todas las autoridades para que ninguna familia quede desamparada”, declaró el director del COE, Juan Manuel Méndez, quien además confirmó que ya se han recuperado 184 cuerpos.
Los equipos de rescate, formados por más de 300 socorristas, han trabajado sin descanso. Martillos hidráulicos, grúas y la ayuda de brigadas de Puerto Rico e Israel han sido clave para remover toneladas de escombros entre los que aún podrían encontrarse desaparecidos.
José Luis Frómeta Herasme, jefe de los Bomberos del Distrito Nacional, explicó que este jueves se extrajeron 12 de los 20 cuerpos avistados. “Hoy culminamos las labores de rescate, dejando limpio el entorno”, afirmó, con la voz contenida.
Este desastre ha herido profundamente al país. Pero también ha despertado una respuesta inmediata que, aunque no cura el dolor, acompaña. Porque incluso en el silencio más trágico, la solidaridad puede seguir hablando.