Un cambio silencioso pero significativo se ha producido en Andorra. Tras la jubilación del enterrador municipal, el Ayuntamiento ha optado por un nuevo modelo de gestión para su cementerio: serán las funerarias quienes asuman las tareas de inhumación y exhumación, en lugar de contratar a un nuevo trabajador municipal.
La decisión, anunciada en el último pleno, responde a una lógica de reorganización interna. Según explicó el equipo de gobierno, ya se celebraron reuniones con las empresas funerarias locales, quienes han aceptado las nuevas directrices y garantizarán el personal necesario para dar continuidad al servicio.
Mientras se avanza en la redacción de un reglamento que regule esta nueva estructura, también se están ejecutando mejoras importantes en el camposanto: se han colocado 60 nuevos nichos, se acondicionan calles internas tras demoliciones de estructuras antiguas, y se ha reparado la techumbre dañada por el temporal Filomena. Todo ello para dignificar el espacio y adaptarlo a las nuevas necesidades.
El crematorio fue otro tema discutido. Aunque se propuso su construcción y gestión conjunta por parte de las funerarias, estas declinaron debido a su participación en el de Alcañiz. El consistorio no descarta sacar a licitación un proyecto propio.
Las críticas no faltaron. En el turno de ruegos y preguntas, un vecino expresó su malestar por problemas de seguridad en el recinto y acusó una falta de control sobre la brigada de limpieza. El alcalde defendió con firmeza la labor del equipo y aseguró que se están tomando medidas correctoras.
Este giro en la gestión funeraria marca un nuevo capítulo para Andorra. Un modelo más abierto y colaborativo, que se ajusta a los tiempos, pero sin perder de vista lo más importante: el respeto a quienes ya no están y la atención digna a quienes los despiden.