Hace más de 150 años que el cementerio de Nuestra Señora de los Remedios abrió sus puertas en Cartagena. Desde entonces, sus senderos silenciosos guardan las huellas de quienes hicieron historia en la ciudad, como Isaac Peral, cuyo mausoleo aún resplandece entre el mármol y el ciprés. Pero no todos los rincones del camposanto han corrido la misma suerte.
El panteón número 16, una construcción protegida por su valor patrimonial, lleva años sumido en el abandono. La Concejalía de Sanidad, liderada por Gonzalo López Pretel, ha iniciado el proceso para extinguir los derechos funerarios de sus propietarios tras constatar que el mausoleo amenaza con derrumbarse.
La alerta no vino de los libros de historia, sino de los sepultureros del cementerio, quienes han observado, desde 2012, cómo las grietas en la estructura han ido creciendo con el tiempo. “Antes entraba un dedo, ahora caben tres”, comentó uno de ellos. El riesgo para quienes trabajan allí es real y constante.
Intentos por contactar a los descendientes de los fallecidos allí han sido infructuosos. Nadie responde. Nadie paga desde 2011. Y el último entierro en esa bóveda doble, con entrada común, se remonta a 2002. Ante la falta de respuestas, el Ayuntamiento ha publicado un edicto dando inicio al expediente de caducidad de los derechos funerarios.
Pero aquí el proceso es más complejo de lo habitual: al tratarse de un inmueble protegido, el Consistorio no puede intervenir directamente sin antes anular legalmente los derechos. La Consejería de Cultura exige que se sigan todos los pasos. Solo entonces podrá restaurarse, y siempre, sin exhumar a quienes descansan allí.
El cementerio de Santa Lucía, uno de los dos históricos de Cartagena aún en uso, es una joya del siglo XIX. Fue diseñado para acoger los restos de figuras relevantes, con panteones suntuosos y esculturas de calidad. Que uno de ellos hoy esté al borde del colapso, ignorado por quienes deberían cuidarlo, es un recordatorio de que hasta la memoria necesita ser preservada.