La comunidad musulmana de Algeciras pide un espacio propio para despedir a sus fallecidos según su fe

La comunidad musulmana de Algeciras pide un espacio propio para despedir a sus fallecidos según su fe

Mohammed sale de la mezquita de El Saladillo con el rostro serio. Alguien ha fallecido, y no es solo el dolor lo que le pesa: es la preocupación de no poder despedirse como manda su fe. “Que Aláh ensanche su tumba y la llene de luz”, dicen los musulmanes en los velatorios. Pero ese deseo, por ahora, se topa con obstáculos legales, económicos y culturales en Algeciras.

En esta ciudad gaditana viven cerca de 9.000 musulmanes, muchos de ellos nacidos en España. Tienen mezquitas, celebran el Ramadán y otras festividades en comunidad, pero no cuentan con un lugar donde enterrar a sus seres queridos según el rito islámico: envueltos en un sudario, sin ataúd, bajo tierra, y en tierra musulmana.

Aunque la ley les da derecho tanto a parcelas reservadas en cementerios municipales como a tener cementerios propios, la realidad es distinta. El cementerio de Algeciras es pluriconfesional, pero eso no satisface a todos. Para algunos, sería suficiente una zona separada, aunque sea por un seto. Otros, más estrictos, piden un cementerio exclusivo, sin símbolos cristianos ni tumbas de otras religiones.

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La falta de unidad en las demandas dificulta el diálogo con el Ayuntamiento, que ya ha comunicado que hay espacio en el cementerio municipal para enterramientos en el suelo, incluso con bonificaciones para familias con pocos recursos. Pero eso no resuelve las objeciones religiosas ni económicas.

Enterrar a alguien según la tradición islámica en España puede ser un lujo. Muchas familias optan por repatriar los cuerpos a Marruecos, donde el entierro es gratuito. Pero trasladar un cadáver, embalsamado y por avión, cuesta más de lo que muchas familias pueden pagar. A veces, el consulado marroquí cubre los gastos; otras, no queda más opción que enterrar “como se pueda”.

Ciudades cercanas como Ceuta o Jerez tienen cementerios musulmanes, pero solo aceptan a empadronados. Mientras tanto, activistas como Maysoun Douas, desde Madrid, trabajan por un modelo más inclusivo: “Un entierro digno es un derecho, no un privilegio”.

Las comunidades musulmanas de Algeciras siguen intentando hacerse oír. Ya han recurrido al Defensor del Pueblo. La respuesta institucional aún no llega. Lo que piden no es más que poder vivir —y morir— conforme a su fe, en la ciudad que consideran su hogar.