La vida de Nezha El-Hajjaji estuvo marcada por el activismo, la defensa de la igualdad y la lucha contra los prejuicios. Falleció trágicamente el 22 de junio de 2024 en un accidente de tráfico mientras viajaba con su familia a Marruecos, su país de origen. Sin embargo, Nezha, quien llevaba más años viviendo en Huesca que en su tierra natal, tenía un último deseo: ser enterrada en la ciudad donde echó raíces, como una oscense más.
Ese deseo, sin embargo, no pudo cumplirse. Huesca carece de un espacio para enterramientos islámicos, por lo que sus restos reposan en el cementerio de Torrero, en Zaragoza. Ahora, su ausencia se ha convertido en un motor para su legado. La asociación que lideraba, formada por mujeres inmigrantes árabes y africanas, ha retomado con fuerza la lucha que ella abanderó: reclamar un espacio islámico en el cementerio municipal de Huesca.
Un problema arraigado en el tiempo
La falta de un lugar adecuado no es una cuestión nueva. Según la Unión de Comunidades Islámicas de España, más de 16.000 musulmanes viven en la provincia de Huesca. La tradición de esta fe establece que los fallecidos deben ser enterrados lo antes posible, preferiblemente en el lugar donde vivieron, con los ritos específicos que incluye la orientación hacia La Meca. Sin un espacio para ello, muchas familias deben afrontar el coste emocional y económico de repatriar los cuerpos a sus países de origen, una opción que a menudo supera los 10.000 euros y requiere largas gestiones burocráticas.
Para quienes no pueden permitirse esa opción, el único lugar cercano que ofrece condiciones adecuadas es el cementerio de Torrero, en Zaragoza. Allí, desde 2013, se habilitó un espacio específico que cumple con los requisitos del rito islámico. Este modelo, que garantiza el respeto a la diversidad cultural, es el ejemplo que las familias musulmanas de Huesca sueñan con replicar en su ciudad.
«Es hora de un cambio»
Mujeres como Rachida Raihami, amiga cercana de Nezha, insisten en la necesidad de un espacio propio. Tras casi tres décadas viviendo en España, Rachida lo expresa con claridad: “Quiero ser enterrada aquí, donde mis hijos puedan visitar mi tumba. Ya no somos inmigrantes, somos parte de esta tierra”.
La asociación, junto a otros colectivos migrantes, ha llevado esta reivindicación al Ayuntamiento de Huesca en repetidas ocasiones, señalando la obligación legal de los municipios de habilitar estas parcelas según la Ley 26/1992. Aunque las autoridades han prometido estudiar la viabilidad, los avances son lentos y las familias siguen esperando una solución.
«Las nuevas generaciones están arraigadas aquí, y ya no regresarán. Es hora de garantizar un sitio donde podamos descansar en paz, con igualdad y respeto», concluye Mariana Ladiane, asesora jurídica del colectivo.
Mientras tanto, el legado de Nezha sigue vivo en cada una de estas voces que, como ella, luchan por un futuro más inclusivo en Huesca.