Funsegur
Actualizado: 24/04/2024
Gesmemori
InicioArtículosOrigen del cementerio de San Atilano

Origen del cementerio de San Atilano

Origen del cementerio de San Atilano

Vía: Autor.: Balbino Lozano / Opinión Zamora

La ermita del Santo «extra-pontem», del patrón de la ciudad, fue restaurada varias veces, mejorando el retablo y los adornos. En 1740 se reedificó la fachada. La acumulación de tropas y pertrechos para la guerra de Portugal, en 1801, obligó a interrumpir por primera vez el culto en la ermita, que se destinó para almacenar mil quintales de pólvora, llevando previamente los objetos sagrados a la iglesia del Santo Sepulcro.

Peor destino le dieron los franceses durante la ocupación de la ciudad; la convirtieron en cuerpo de guardia y acabaron por desmantelarla, dejándola sin cubierta y ruinosa al abandonar nuestro territorio. Como el Ayuntamiento se hallaba en imposibilidad de acudir a las obligaciones más precisas, la ermita estuvo en completo abandono algunos años, aumentando los estragos por la intemperie.

Ya caída una de las paredes laterales, se instaló allí un porquero con su ganado, sin que nadie lo impidiera. ni aún tuviera noticias el Ayuntamiento, hasta que el comandante de Ingenieros de la Plaza, don Basilio Roldán, pidió que se le diera en fuero, con la tierra colindante de tres fanegas de cabida, a condición de hacer una casa de campo y embellecer aquel sitio. El Ayuntamiento accedió a lo solicitado , señalando por fuero cuarenta y nueve reales al año.

Esto sucedió el año de 1817. Don Jacinto Herrero presentó una protesta señalando que aquel negocio había de sacarse a subasta, proponiendo no tan solo mejorar el tipo de fuero, sino reedificar por su cuenta la ermita, para que subsistiera como monumento histórico de la ciudad. El Ayuntamiento contestó que era asunto ultimado, por lo que el señor Herrero y otros ciudadanos recurrieron al Consejo Real.

El Consejo ordenó que se subastara la ermita y el terreno contiguo en favor del Estado, y para evitarlo el Municipio informó que reedificaría y mantendría la ermita como monumento histórico y que le daría utilidad general estableciendo el cementerio público que desde tiempo atrás se le había mandado hacer extramuros, utilizando a tal fin la ermita. De esta manera se salvó el asunto, pero quedó por de pronto archivado.

El estrago del cólera , en 1834 dio lugar a que se reiterase con rigor la orden de que no se inhumasen los cadáveres en las iglesias, señalando un plazo de tres días, bajo severas penas, para instalar cementerios provisionales.

Quedó acabado el Cementerio de San Atilano el mismo año de 1834, empleando en la cerca piedra de la derruida iglesia de San Simón. La reedificación de la capilla terminó al año siguiente, y acerca de la bendición y dependencia hubo competencia entre la Orden de San Juan, representada por el Abad del Santo Sepulcro, y el Ordinario del Obispado.

Compartir:
Valorar este artículo