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Actualizado: 27/03/2024
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Una cremación por cada tres fallecidos

Una cremación por cada tres fallecidos

Vía: Autor: Antonio Teruel / información

La incineración de cadáveres es una práctica que, aun siendo todavía minoritaria, tiene cada vez una mayor implantación en la sociedad. Según un informe reciente de la asociación que agrupa a las principales empresas funerarias de España, Panasef, aproximadamente un 35% de las personas fallecidas en España son incineradas; es decir, la cremación se lleva a cabo en prácticamente una de cada tres muertes. El grado de realización de esta técnica oscila entre unas comunidades autónomas y otras y, más aún, entre diferentes entornos sociales, pero la tendencia es en cualquier caso al alza.

Así, el estudio de Panasef –elaborado a partir de datos propios y de la estadística de fallecimientos del INE– señala que la incineración se practica más en áreas urbanas que en el medio rural. En este sentido, no se alude en ningún momento a la mayor pervivencia de ritos tradicionales en torno a la muerte en este último entorno, pero resulta en muy buena medida obvio; acciones como el funeral y la inhumación de un cadáver continúan siendo en cierto modo acontecimientos sociales, y es comprensible que los cambios en estas pautas tarden algo más en llegar. También se destaca la mayor presencia de hornos crematorios en las áreas más pobladas, algo bastante obvio, pero que también está vinculado a criterios de urbanización de la población: Barcelona es la provincia con mayor número de estas instalaciones (33), pero en el resto de Cataluña sólo existen otros 15; mientras, Andalucía suma 89, bastante repartidos sobre todo entre Sevilla, Córdoba y Málaga.

La Comunidad Valenciana cuenta con 33 hornos crematorios, de los cuales 13 se ubican en la provincia de Alicante, mientras que Valencia concentra 18 y en Castellón únicamente existen 2. Con ello, el territorio autonómico sigue bastante las pautas a nivel nacional. La provincia de Alicante dispone así de 1 crematorio por cada 1.174 fallecimientos, aplicando los datos de mortalidad de 2014 al número de instalaciones existente. Esta cifra es algo inferior a la media autonómica, de una instalación por cada 1.256 muertes. Aplicando este criterio, las ciudades de Ceuta y Melilla tienen las ratios más bajas, 250 y 489, respectivamente, pero hay que tener en cuenta su población; en cambio, los datos de Andalucía y Asturias son mucho más llamativos, con un crematorio por cada 744 y 854 fallecimientos, respectivamente.

La incineración es una técnica que permite que los allegados de la persona fallecida puedan disponer de sus cenizas y guardarlas, o bien depositarlas en algún lugar especial. No obstante, con esta última cuestión conviene tener cuidado, puesto que prácticas como la de arrojar las cenizas a un río o al mar pueden ser desaconsejables o incluso estar prohibidas, por el componente contaminante que tienen los restos. Por ello, es conveniente informarse previamente de dónde pueden dejarse las cenizas sin que suponga ningún problema. Muchos cementerios, por otra parte, cuentan con espacios donde dejar las cenizas dentro de su propia urna –los columbarios– y también, cada vez más, con recintos abiertos donde poder esparcirlas. De esta forma puede cumplirse el deseo de la persona fallecida sin entrar en riesgos ambientales. Otra práctica, aún no muy seguida pero también en auge, es la preservación de las urnas en recipientes especiales, o incluso la elaboración de piedras preciosas u obras de arte a partir de las cenizas.

La patronal de empresas de servicios funerarios cree que, de seguir la tendencia al alza en la cremación, es probable que en unos años se incineren en torno al 60-70% de los cadáveres de personas fallecidas en España. Panasef señala que, en los últimos años, el sector ha invertido cerca de 800 millones de euros en hornos crematorios para satisfacer el incremento de la demanda; además, las empresas van ampliando su carta de servicios para ofrecer varias posibles alternativas llegado el fallecimiento. Cada vez son más las personas que piden que, tras su muerte, su cuerpo sea incinerado, y que dejan constancia de qué deben hacer con él después. En este sentido, las opciones posibles van ampliándose y asentándose en la sociedad poco a poco.

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