En el corazón del cementerio de La Almudena, un curioso ritual ha ido ganando adeptos año tras año. Allí, entre las tumbas de personajes ilustres como Pío Baroja y Lola Flores, se encuentra la lápida de Doña Manolita, un nombre que resuena con fuerza especialmente cuando se acerca la Navidad. Y es que, para muchos, su tumba se ha convertido en un símbolo de esperanza y buena suerte.
Marina es una de las muchas personas que ha adoptado esta tradición. Desde que su padre, un entusiasta de la lotería navideña, falleció hace cinco años, ella ha mantenido viva la costumbre de visitar el cementerio antes del sorteo. «Era nuestra manera de compartir un momento especial», recuerda con una sonrisa. Aunque él ya no está, Marina siente su presencia en cada visita. «Este año tiene que salir el 19. Era nuestra terminación favorita», comenta con determinación.
La historia de Doña Manolita y su administración de lotería es casi legendaria. Fundada en 1904, su fama comenzó a crecer tras un viaje a Zaragoza donde, según las crónicas, frotó boletos de lotería contra el manto de la Virgen del Pilar y resultaron premiados. Desde entonces, su administración no ha dejado de repartir fortuna. En 2019, alcanzó un hito al vender más de 2.7 millones de décimos, convirtiéndose en la más prolífica de España.
El fervor por Doña Manolita ha traspasado generaciones y fronteras. Alfonso, un fiel seguidor, le lleva margaritas en señal de agradecimiento. «Le cuento para qué necesitaría el dinero. Lo destinaría a la hipoteca y a un viaje a París con mi esposa», confiesa. Para él, cada visita es una mezcla de esperanza y gratitud, un momento para soñar con futuros mejores.
No solo los madrileños sienten la atracción de esta peculiar tradición. Rafael y Mónica, provenientes de Toledo y Málaga respectivamente, hacen un viaje anual a Madrid con un solo propósito: adquirir lotería en la administración de Doña Manolita. «Compartimos 25 décimos. Nos dejamos guiar por la intuición», explican, confiando en que la suerte les sonría.
El fenómeno se ha convertido en una especie de peregrinación moderna. Cada año, más personas se acercan a la tumba de Doña Manolita, frotando sus boletos con la esperanza de que un toque de magia les premie. Carmen, que atribuye a Doña Manolita un tercer premio que le tocó en un momento complicado de su vida, lo resume bien: «Se ha convertido en mi ángel».
En el bullicio de la ciudad y el ajetreo de la vida diaria, estas historias de fe y esperanza encuentran un espacio en el que resonar. La figura de Doña Manolita, tanto en vida como en su descanso eterno, sigue inspirando sueños y deseos en aquellos que buscan un poco de fortuna en los números.
Mientras el sorteo de Navidad se acerca, la tradición continúa, creciendo y adaptándose, como una buena historia que se cuenta año tras año, con cada narrador añadiendo su toque personal a un cuento de suerte, esperanza y un poquito de magia.




