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Duelo sin tabúes: por qué los niños también deberían estar en el tanatorio

Duelo sin tabúes: por qué los niños también deberían estar en el tanatorio

La escena se repite con frecuencia: un fallecimiento en la familia, adultos que intentan proteger a los más pequeños y una decisión tomada con buena intención pero no siempre con buen resultado. ¿Deben los niños acudir a un tanatorio cuando muere un ser querido? Para Soraya Toro, tanatopractora, la respuesta es clara y directa: sí.

Toro abordó esta cuestión en una reciente conversación en la cadena COPE, donde puso palabras a una realidad que muchas familias prefieren esquivar. Su postura parte de una idea sencilla: la muerte forma parte de la vida, pero en España hemos aprendido a vivir dándole la espalda. “Huimos del sufrimiento”, explica, y esa huida constante acaba pasando factura, especialmente en los procesos de duelo.

Desde su experiencia profesional, Soraya Toro defiende que la tanatopraxia es mucho más que una labor técnica. “Es una de las profesiones más humanas que existen”, afirma. Quienes se dedican a ella no solo preparan un cuerpo, sino que acompañan a familias que atraviesan uno de los momentos más frágiles de su vida. “Te pones en la piel de alguien que acaba de perder a un ser querido y mantienes la calma que esa persona no puede tener en ese instante”, resume.

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Ese acompañamiento se vuelve especialmente delicado cuando hay niños implicados. Según la tanatopractora, uno de los errores más habituales es intentar protegerlos con silencios o explicaciones falsas. Frases como “el abuelo se ha ido de viaje” pueden parecer inofensivas, pero generan confusión y una espera que nunca termina. “Ese niño se queda esperando que vuelva, y eso se queda grabado en su consciente y en su subconsciente”, advierte.

Para Toro, impedir que un menor acuda a un tanatorio no elimina el dolor, solo lo aplaza o lo deforma. La falta de información clara puede derivar, con los años, en traumas o duelos mal resueltos. En cambio, permitirles despedirse, con un lenguaje adaptado a su edad, les ayuda a comprender lo ocurrido y a integrar la pérdida de forma más sana.

La tanatopractora también reflexiona sobre cómo ha cambiado nuestra relación con la muerte. Antes, explica, se vivía en casa, de manera más cercana. El avance de la sanidad y la profesionalización de los cuidados la han desplazado a espacios cerrados, alejándola del día a día. El resultado es una sociedad menos preparada emocionalmente para afrontar el dolor.

El mensaje final de Soraya Toro no es provocador, sino profundamente práctico: hablar de la muerte, mirarla de frente y no esconderla, especialmente a los niños, es una forma de cuidar mejor a los vivos. Porque aprender a despedirse también es aprender a vivir.

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