Entre el silencio y la serenidad de los cementerios de Extremadura, se alzan esculturas funerarias que cuentan historias de una época pasada, reflejando el estatus y la distinción de aquellos que descansan en paz. El profesor Moisés Bazán de Huerta, de la Universidad de Extremadura (UEx), ha realizado un estudio que saca a la luz estas obras de arte, firmadas por destacados autores del siglo XX, comparables en calidad con las del resto del país.
Aunque la escultura funeraria no es tan abundante en la región debido a la falta de una clase burguesa suficientemente solvente, hay piezas significativas que destacan. Estas esculturas, más que simples adornos, son testigos de un tiempo donde se prefería la construcción de panteones sobre esculturas individuales para expresar el poder y el prestigio.
En el cementerio de Badajoz, el mausoleo de Reinerio Marcos Hiarte, fallecido a los 21 años, se presenta como una obra destacada por su impactante integración de arquitectura y escultura. Este mausoleo no solo es un homenaje a una vida truncada, sino también una muestra del talento artístico de la época.
Cáceres alberga el panteón de la familia Berjano, una estructura troncopiramidal que simboliza solidez y estabilidad, adornada con un valioso relieve en bronce del catalán Josep Llimona. Este monumento es un ejemplo de la fusión entre arte y simbolismo, que caracteriza muchas de las obras funerarias de la región.
En Mérida, la figura de Juan de Ávalos se erige como un referente del ámbito escultórico. Su obra en el mausoleo de los Amantes de Teruel y su intervención en el Valle de los Caídos le otorgaron fama internacional. En su tumba familiar, una conmovedora Piedad en piedra refleja su maestría y sensibilidad artística.
El sur de Badajoz también guarda joyas artísticas del escultor Gabino Amaya. En 1926, abordó un gran encargo para la capilla-panteón de Hilario Molina y la Familia Spínola en Azuaga, mientras que en Granja de Torrehermosa, un Cristo yacente realizado en 1958 para la familia de su esposa, Emilia Gala Llera, destaca por su serenidad y detalle.
Finalmente, en Hervás, la tumba personal de Enrique Pérez Comendador presenta un grupo en bronce con el Santo Entierro, cerrando este recorrido histórico por el arte funerario de Extremadura. Este estudio no solo destaca la calidad artística de las esculturas, sino también su capacidad para preservar la memoria y el legado cultural de la región.




