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Mi homenaje a los tanatopractores, héroes del adiós que merecen nuestro reconocimiento

Mi homenaje a los tanatopractores, héroes del adiós que merecen nuestro reconocimiento

Con este escrito quiero rendir homenaje a quienes ejercen la tanatopraxia, una profesión silenciosa, muchas veces invisible, pero profundamente esencial en nuestra sociedad. Su labor, delicada y humana, consiste en la conservación del cadáver mediante trabajos de higienización, sanitización cadavérica, restauración y cuidado estético. Detrás de cada despedida serena, de cada último adiós, se encuentra el trabajo meticuloso y compasivo de estos profesionales.

Ejercer la tanatopraxia exige contar con una formación sólida en anatomía, química, microbiología e higiene, además de una precisión en el uso de ciertas técnicas, instrumentos quirúrgicos y productos químicos específicos. Su trabajo va mucho más allá de tecnicismos o acondicionamiento de un cuerpo: consiste en que el cadáver muestre una expresión natural de serenidad, paz y descanso. Para ello se recurre a la tanatoestética, una técnica que, si se ejecuta de manera inadecuada, puede generar un dolor añadido a la familia; en cambio, cuando se realiza con cuidado y precisión, la imagen del ser querido transmite calma y favorece el proceso de transición del duelo. En este sentido, la tanatoestética se convierte en una disciplina esencial tras la tanatopraxia, un regalo silencioso y profundamente humano que estos profesionales ofrecen a quienes acuden a despedir a su familiar fallecido.

 Los riesgos de esta profesión

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La tanatopraxia requiere de una formación especializada, ya que implica riesgos significativos. El manejo de cuerpos sin vida puede exponer a los profesionales a agentes biológicos infecciosos, además de estar expuestos a sustancias químicas utilizadas durante el proceso. Los tanatopractores técnicos deben extremar las precauciones en cada etapa de su práctica sanitaria. Aunque se desarrollan alternativas más ecológicas y se investigan avances prometedores —como la aplicación de nanotecnología—, la práctica tradicional continúa representando un peligro para estos hombres y mujeres. En consecuencia, la seguridad laboral se consolida como un pilar esencial en el desempeño de esta profesión.

Entre los materiales más habituales se encuentran los líquidos conservantes e inyectables —como el fenol y el formol—, productos de modelado como la cera y el yeso para la reconstrucción, así como cosméticos y maquillaje empleados en la tanatoestética. Sin olvidar los insumos de aseo y desinfección —jabones, algodones, polvos absorbentes y de higiene personal— junto a otros más específicos como selladores de orificios, adhesivos y prótesis oculares. Todo ello se complementa con un conjunto de instrumentos de precisión, entre ellos bisturís, pinzas, agujas e hilos quirúrgicos para suturas. Cada procedimiento técnico se realiza bajo estrictas medidas de protección y protocolos de higiene, reforzados con una formación continuada que garantiza la seguridad y la salud del tanatopractor técnico.

Más allá de la técnica, la tanatopraxia pone al profesional frente a una realidad que muchos de nosotros eludimos: la muerte. El tanatopractor técnico convive a diario con ella, y aunque su rutina pueda sugerir lo contrario, cada encuentro sigue siendo un verdadero desafío. Se requiere fortaleza emocional para sostener el dolor ajeno, empatía para comprender el trasfondo de cada despedida y una vocación genuina de servicio para transformar un instante desgarrador en uno más llevadero.

Son profesionales que acompañan desde la intimidad de su trabajo a las familias en su duelo. Son los héroes del adiós. Silenciosos e invisibles, pero eficaces, y sin embargo; ¿quién ha felicitado alguna vez a un tanatopractor técnico por su trabajo? Nadie. Nadie lo ha hecho.

Enfrentar la muerte nunca es fácil; pero hacerlo todos los días lo es aún menos. Sin embargo, los tanatopractores técnicos lo afrontan con fortaleza, compromiso y dedicación. Allí donde muchos de nosotros huiríamos por miedo o incomodidad, ellos permanecen. Y no lo hacen solo porque sea su trabajo, sino porque saben que detrás de cada cuerpo hay una historia, una familia y un duelo que merece ser acompañado con respeto y dignidad.

Nuestro más sincero agradecimiento a los tanatopractores técnicos por ejercer una profesión que dignifica la vida, incluso después de la muerte.

 

AUTOR: Roberto Durán Fuguet / Mail: rdurandf971@gmail.com

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