Urnas Funerarias Vivarium: cuando la memoria se une con la naturaleza

Urnas Funerarias Vivarium: un tributo vivo a la memoria

Hace unos años nació Urnas Funerarias Vivarium, una propuesta que reinventa la idea de lo conmemorativo: urnas decorativas con terrarios eternos, plantas preservadas, diseño elegante. Sus productos se posicionan en el límite entre lo funerario, lo decorativo y lo emocional. Hoy hablamos con Ángel de los Ríos Gómez para conocer su historia, sus motivaciones, los retos del sector y hacia dónde camina esta apuesta innovadora.

Ángel, ¿cómo nació la idea de crear Urnas Funerarias Vivarium y qué vivencia personal te llevó a fundar este proyecto?

La idea nació del contacto diario con las familias en la funeraria. Durante años, al entregar las cenizas, siempre he sentido que lo que recibían era un simple contenedor, un objeto frío que no reflejaba lo único y especial que había sido esa persona en sus vidas. Ese momento, tan cargado de emoción, me hacía pensar que faltaba algo: un símbolo que pudiera transmitir la esencia, la belleza y la huella que cada ser humano deja tras de sí.

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De esa vivencia surgió la necesidad de crear urnas que fueran mucho más que una urna fria. Quise diseñar pequeños terrarios eternos, piezas que unieran memoria y naturaleza, capaces de transformar el dolor en reflexión y de ofrecer un espacio íntimo donde recordar con serenidad. Cada urna vivarium se convierte así en un pequeño paisaje interior, un altar doméstico que invita a la pausa, al recogimiento y al reencuentro con quien ya no está físicamente, pero sigue presente en la memoria.

No se trata solo de guardar cenizas, sino de dar forma a un legado. Cada diseño busca honrar la singularidad de una vida, con materiales nobles, procesos artesanales y un lenguaje estético que transmite calma. Mi propósito siempre ha sido que las familias no reciban un objeto más, sino un símbolo vivo, un refugio emocional que acompañe en el duelo y permanezca en el tiempo como testimonio de amor y recuerdo.

¿Qué diferencia a vuestros terrarios eternos y urnas decorativas de otras propuestas funerarias o ecológicas del mercado?

La mayoría de las urnas ecológicas están pensadas para enterrar directamente o para esparcir las cenizas en el mar, devolviendo el recuerdo al entorno natural exterior. En cambio, nuestras urnas mantienen vivo ese legado dentro de casa, convirtiéndose en un pequeño altar doméstico al que volver siempre que se quiera recordar.

Para reforzar la idea de un “lugar de encuentro” incorporamos un pequeño  banco en cada diseño, un símbolo de pausa y contemplación junto al paisaje interior. Cada pieza es única, elaborada completamente a mano sin cadenas de montaje ni maquinaria, de modo que ninguna urna se repita.

Construimos este pequeño ecosistema artesanal con cristal reciclado, madera natural, sustrato, cola vegetal y plantas preservadas que conservan su textura y color auténticos sin necesidad de mantenimiento. El resultado es una decoración serena y atemporal que honra la singularidad de cada vida con belleza y respeto por la naturaleza.

Las urnas de Vivarium no requieren mantenimiento gracias al uso de plantas preservadas. ¿Cómo funciona exactamente ese proceso?

A las plantas se les aplica un tratamiento de estabilización que sustituye la savia natural por una mezcla de glicerina y polímeros ecológicos. Esto fija la estructura celular de hojas y flores, permitiendo conservar su flexibilidad y tonalidad durante años sin necesidad de riego ni luz directa. El resultado es una planta que mantiene el aspecto y la sensación de vida sin los cuidados habituales de un terrario.

En colaboración con CIDAF desarrollasteis la urna Kokedama, reconocida como innovación en el sector. ¿Puedes contarnos en qué consistió este proyecto y qué significado tiene para ti este logro?

La urna Kokedama nace de la tradición japonesa del musgo vivo y de nuestra pasión por el simbolismo vegetal. El término kokedama, que en japonés significa “bola de musgo”, evoca la conexión profunda entre el ser humano y la naturaleza, la armonía, el equilibrio y la continuidad de la vida. Su forma esférica simboliza la perfección y el ciclo eterno, recordándonos nuestras raíces con la tierra.

Con CIDAF desarrollé un soporte capaz de integrar las cenizas con musgo preservado y un bonsái también preservado, una propuesta totalmente distinta a las urnas convencionales. Estas piezas, por su complejidad en el diseño y montaje, se fabrican siempre por encargo. Para mí, este proyecto es un hito porque confirma que el sector funerario puede abrazar la innovación botánica y el diseño sostenible, ofreciendo un nuevo lenguaje ritual que une memoria y naturaleza.

¿Quiénes son vuestros principales clientes hoy: familias, funerarias, o ambos?

Tenemos mercado en España, Portugal y Francia, de forma familiar nos han pedido urnas. Nuestra clientela se articula en dos grandes perfiles. Por un lado, las familias que buscan un objeto conmemorativo único, cargado de simbolismo y capaz de compartir la esencia de quien han perdido. Por otro, las empresas del sector —funerarias tradicionales, crematorios de mascotas que integran Vivarium como un servicio diferenciado para sus clientes.

Esta doble vía nos permite nutrirnos del contacto directo con las personas que viven el duelo y, al mismo tiempo, tejer alianzas con profesionales que valoran la dimensión emocional y artesanal de nuestras piezas.

¿Qué acogida has notado en el sector funerario, tradicionalmente conservador, hacia una propuesta tan diferente?

  Al principio hubo cierto recelo, pues el imaginario clásico asocia la urna con un formato rígido y cerrado. Sin embargo, la demanda de experiencias personalizadas y rituales íntimos ha abierto puertas: hoy varias funerarias muestran Urnas Vivarium como alternativa destacada. La emoción y curiosidad que despiertan nuestros terrarios transforma el interés inicial en recomendaciones de boca en boca.

¿Qué acogida has notado en el sector funerario, tradicionalmente conservador, hacia una propuesta tan diferente?

El sector funerario continúa marcado por una visión tradicional y conservadora, pero las familias han cambiado: hoy buscan algo más que un simple recipiente para las cenizas. Quieren objetos que transmitan significado, que combinen belleza, simbolismo y funcionalidad para rendir homenaje a quienes han perdido.

Nuestras urnas no se identifican a primera vista como tal. Al exponerlas, pueden parecer una pieza decorativa más, discreta y serena. Pero cuando explicamos su propósito y el uso de plantas preservadas, se despierta una profunda curiosidad. Lo he presenciado personalmente: ese momento de descubrimiento genera una conexión inmediata.

La acogida es muy positiva, especialmente cuando las familias vienen a recoger las cenizas. En ese instante, la urna deja de ser un objeto y se convierte en un espacio de memoria. El vínculo emocional se hace tangible, y la pieza cobra sentido pleno dentro del hogar.

Desde tu perspectiva, ¿qué tendencias crees que marcarán el futuro del sector funerario en España en los próximos años?

Desde mi perspectiva, el futuro del sector funerario en España se va a definir por dos grandes trayectorias: la digitalización y la personalización artesanal.

Por un lado, siento que la tecnología está transformando profundamente la manera en que recordamos. Hace poco leí vuestro artículo “Cuando el duelo se convierte en negocio: conversar con los muertos a través de avatares digitales”, y me removió mucho porque hace unos meses tuve esa misma conversación con un amigo. Imaginábamos que algún día podríamos interactuar con versiones digitales de nuestros seres queridos. Y aunque todavía no es una realidad plena, estoy convencido de que llegará.

Las inteligencias artificiales avanzan a una velocidad que sorprende. Me gusta compararlas con lo que en su día fue la navaja suiza: una herramienta indispensable para quienes vivían del campo, porque reunía en un solo objeto todo lo necesario para el día a día. Hoy, la IA cumple ese mismo papel en el mundo digital: concentra en una sola aplicación lo que antes estaba disperso —buscador, editor de vídeo e imagen, gestor de documentos, asistente de programación— y, además, se comunica de una forma cada vez más natural, casi como un pensamiento que fluye.

Creo que el verdadero punto de inflexión llegará cuando la inteligencia artificial no dependa de que nosotros iniciemos la interacción, sino que sea capaz de anticiparse y mantener una conversación de manera autónoma. Para lograrlo, deberá construir un perfil completo de cada persona a partir de la huella digital que dejamos en redes sociales, móviles, correos y otros registros.

En nuestra generación esa información aún es fragmentaria, pero las nuevas generaciones nacen ya compartiendo su historia desde el primer día. Con ese caudal de datos, será posible crear avatares que no solo imiten la voz o el estilo de alguien, sino que también saluden en fechas señaladas, feliciten cumpleaños, recuerden momentos compartidos e incluso mantengan activa su presencia en redes sociales.

Estoy convencido de que ese escenario llegará. La cuestión no es tanto si será posible, sino cómo decidiremos usarlo: como un recurso de memoria y acompañamiento, o como una prolongación artificial de la vida digital. El reto estará en equilibrar la innovación con la ética y el respeto por la intimidad y el duelo.

De hecho, ya existen códigos QR en urnas y lápidas, vídeos conmemorativos en salas, y portales web donde las familias pueden subir fotos, escribir recuerdos y mantener viva la memoria. Aunque todavía cuesta que se adopte masivamente, es cierto que hoy en día puedes hacer todo eso desde redes sociales o aplicaciones.

La otra gran tendencia que marcará el futuro del sector funerario será la personalización emocional de los productos y servicios. Cada vez más familias buscan objetos únicos, hechos a mano, que no solo contengan cenizas, sino que transmitan la esencia de la persona que se ha ido. No se trata de adquirir un producto estándar, sino de encontrar un símbolo íntimo, cargado de significado, que acompañe en el proceso de duelo y se convierta en un legado tangible.

Este fenómeno no es aislado: forma parte de un cambio más amplio en la sociedad y en el mundo laboral. Vivimos un auge de la artesanía contemporánea, donde muchas personas crean desde sus casas piezas únicas, con dedicación y sensibilidad, que responden a la necesidad de autenticidad. Frente a la producción en serie, lo artesanal ofrece algo irrepetible: la huella humana, el tiempo invertido, la historia detrás de cada objeto.

En este contexto, las funerarias se enfrentan a un reto y a una oportunidad. Tradicionalmente, cuando finaliza un servicio y la familia no vela en el tanatorio, el contacto con ella se pierde. El vínculo suele mantenerse únicamente para gestiones administrativas como la renovación de sepulturas, nichos o columbarios, pero no existe un espacio para que la familia acuda a la funeraria sin que medie una nueva pérdida. Cuando el sector comprenda que puede ofrecer productos y servicios personalizados que acompañen a las familias más allá del momento de la muerte, se producirá uno de los grandes cambios que la sociedad ya está demandando.

Aunque estos productos requieran más tiempo de elaboración y entrega, la sociedad está dispuesta a esperar, porque lo que se valora no es la rapidez, sino el sentido. Al final, lo que se busca no es un objeto cualquiera, sino un gesto de amor transformado en materia. Y esa tendencia seguirá creciendo, porque responde a una necesidad universal: recordar de una manera única, íntima y significativa.

¿Cómo compatibilizas la sensibilidad del duelo con la necesidad de gestionar un negocio sostenible y escalable?

Compatibilizar la sensibilidad del duelo con la gestión de un negocio no es sencillo, pero para mí la clave está en recordar siempre por qué empecé este proyecto. Cada urna que entrego no es un producto más: es un símbolo cargado de memoria, un refugio emocional para una familia que atraviesa un momento muy delicado. Esa conciencia me obliga a trabajar con respeto, con calma y con la certeza de que detrás de cada pieza hay una historia irrepetible.

Al mismo tiempo, sé que para que Vivarium tenga futuro necesito que sea un proyecto sostenible. Pero no entiendo la sostenibilidad como crecer sin medida, sino como la capacidad de mantenerme fiel a mis valores y, a la vez, abrir caminos que permitan llegar a más personas. Escalar, para mí, no significa producir en serie, sino encontrar aliados, funerarias, crematorio,  que compartan esta visión y puedan acercar nuestras urnas a quienes las necesiten.

En el fondo, no lo vivo como una contradicción. La sensibilidad y la sostenibilidad se alimentan mutuamente: cuanto más auténtico y humano es el trabajo, más confianza genera; y cuanto más sólido es el proyecto, más familias podemos acompañar. Lo importante es no perder nunca de vista que no trabajamos con objetos, sino con recuerdos, y que cada decisión empresarial debe estar atravesada por esa responsabilidad.

¿Qué próximos pasos o innovaciones tienes en mente para seguir haciendo crecer Vivarium?

Es una muy buena pregunta. Soy una persona de pensamiento inquieto: no me gusta caminar mirando al suelo, prefiero levantar la vista y observar el paisaje, porque solo así puedo ver lo que sucede y anticipar los cambios que están por llegar. Esa es la metáfora que mejor define mi manera de trabajar: estar siempre atento, con curiosidad y apertura, para descubrir nuevas posibilidades.

En este momento estoy inmerso en un proyecto muy especial junto a Pedro Ramis, de Semper Vivens. Con Pedro comparto una manera muy similar de entender el duelo y de acercarnos a las familias en esos momentos tan delicados. Desde siempre, nuestros proyectos han seguido caminos paralelos, guiados por la misma sensibilidad y la misma visión. Así fue como nos conocimos: no desde la competencia, sino desde la afinidad. Antes que vernos como rivales, nos descubrimos como aliados en una forma de pensar y de trabajar.

Todavía no puedo desvelar todos los detalles, pero sí puedo adelantar que este proyecto está directamente relacionado con las urnas y que supone una propuesta realmente novedosa dentro del sector funerario. Nuestra intención es que no solo aporte valor estético o simbólico, sino que abra un camino distinto en la forma de entender la memoria y el recuerdo.

Lo que buscamos es que esta innovación tenga una gran repercusión, no por el simple hecho de ser algo nuevo, sino porque responda a una necesidad real de las familias: contar con objetos y rituales que les permitan recordar de una manera más íntima, significativa y duradera. Ese es el motor que guía cada paso de Vivarium, y también el horizonte hacia el que queremos seguir creciendo.