En la aldea costera de Lahou-Kpanda, Costa de Marfil, el avance implacable del océano Atlántico está engullendo cementerios y obligando a las familias a exhumar a sus seres queridos antes de que las aguas los arrastren. Alphonse Akadié, un pescador local, es uno de los muchos que ha tomado la dolorosa decisión de trasladar los restos de sus familiares a un nuevo camposanto alejado del mar.
El cambio climático ha acelerado la erosión costera, con el Banco Mundial advirtiendo que Lahou-Kpanda podría desaparecer para 2050. La aldea, situada entre la laguna, el río Bandama y el océano, ha perdido parte de su superficie, y el mar se traga 1,6 metros de costa cada año.
Para Akadié, exhumar a sus familiares fue un acto de amor y necesidad. «Han muerto dos veces», lamenta, mientras relata cómo recogió los huesos y otras partes en paños blancos para colocarlos en pequeños ataúdes. Aunque la exhumación es costosa, las familias se esfuerzan por preservar la dignidad de sus difuntos, organizando ceremonias sin el apoyo económico del gobierno.
El alcalde de Grand-Lahou, Ali Sissoko, admite la falta de recursos para ayudar a las familias, mientras que algunos pueblos vecinos han mostrado solidaridad al acoger a los difuntos de Lahou-Kpanda. Sin embargo, muchos cuerpos ya han sido llevados por el mar, y los objetos enterrados con ellos a menudo vuelven a la superficie o quedan varados en la playa.
La construcción de una nueva desembocadura, financiada en parte por el Banco Mundial, es una esperanza para frenar el avance del mar. Entretanto, las familias de Lahou-Kpanda continúan luchando para honrar a sus muertos, enfrentándose a una batalla contra la naturaleza que amenaza con borrar no solo sus recuerdos, sino su propia existencia.