La historia humana siempre ha estado marcada por la migración y la búsqueda de mejores oportunidades, desde los primeros pasos del Homo sapiens fuera de África hasta los complejos movimientos de pueblos que moldearon civilizaciones. Hoy, un hallazgo arqueológico en el sur de Inglaterra nos recuerda que estas conexiones ancestrales son más profundas y sorprendentes de lo que alguna vez imaginamos.
En dos cementerios distintos, uno en Updown, Kent, y otro en Worth Matravers, Dorset, se han encontrado restos de dos individuos que datan del siglo VII después de Cristo. Lo que hace especial a estos esqueletos es la revelación genética de que tenían abuelos del África subsahariana. Este descubrimiento, realizado por investigadores de las universidades de Lancashire y Huddersfield, desafía las percepciones tradicionales sobre las poblaciones de la Edad Media en Gran Bretaña.
Durante la Alta Edad Media, las Islas Británicas experimentaron la llegada de pueblos como los anglos, sajones y jutos, quienes aprovecharon la caída del Imperio Romano para establecerse en Britannia. Sin embargo, estos movimientos no se limitaron a la Europa continental. El análisis de ADN de los restos de estos dos individuos ha revelado que, además de la ascendencia noreuropea común en la región, compartían conexiones genéticas con grupos subsaharianos como los yoruba, mende y esan.
El descubrimiento es significativo porque representa la primera evidencia de conexiones genéticas entre Gran Bretaña y África durante la Edad Media. Aunque la mayoría de los 23 individuos descubiertos en estos cementerios tenían ascendencia británica o irlandesa, estos dos casos muestran una mezcla genética y geográfica única. Los análisis indican que probablemente uno de los abuelos de cada individuo provenía de África Occidental.
Entre los objetos encontrados con los restos de la adolescente en Updown, se hallaron una vasija de la Galia y una cuchara que podría reflejar su fe cristiana. Estos artefactos, junto con los indicadores genéticos, sugieren vínculos con el continente europeo y el Imperio bizantino. En Dorset, el joven fue enterrado junto a un hombre británico sin relación genética, lo que sugiere que ambos eran valorados en sus comunidades.
Este hallazgo resalta la naturaleza cosmopolita y diversa de Inglaterra en la Edad Media, desafiando la noción de que las poblaciones del pasado eran homogéneas. En palabras del profesor Duncan Sayer, el ADN humano está comenzando a desvelar la complejidad de las interacciones a larga distancia en este periodo. La diversidad genética descubierta en estos dos individuos nos ofrece una visión más rica y matizada de las conexiones históricas que han dado forma a nuestra realidad actual.




