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Pandillas toman el control de los cementerios en Haití, convirtiendo el duelo en un negocio clandestino

Pandillas toman el control de los cementerios en Haití, convirtiendo el duelo en un negocio clandestino

En Haití, el descanso eterno se ha convertido en una negociación con pandillas que han tomado el control de los cementerios, transformando el duelo en un acto clandestino. En Puerto Príncipe, las ceremonias fúnebres, que solían ser un acto público de recuerdo, ahora son escenas de peligro y negociación. Las familias, bajo la presión de los grupos armados, deben pagar peajes ilegales y realizar rituales milenarios en cuestión de minutos.

Los entierros, que antes eran un derecho, ahora son un privilegio que se compra a un alto precio. Desde que las pandillas se apoderaron de cementerios históricos en 2024, incluyendo el Gran Cementerio de Puerto Príncipe, los entierros solo se realizan con su consentimiento. Las tarifas han sido reemplazadas por sobornos, y hasta 2,000 gourdes (unos 15 dólares) son necesarios para ingresar un cuerpo. Los rituales tradicionales han sido reducidos a lo esencial: un ataúd, dos acompañantes, y una oración susurrada.

El antropólogo Jean Wilner Jacques describe esta situación como «la muerte de la muerte», donde el miedo y la clandestinidad dictan el duelo. La Rue de l’Enterrement, la histórica calle funeraria de la ciudad, es ahora un lugar desolado donde solo las ambulancias ocasionales se atreven a circular.

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Para muchos haitianos, el duelo se ha vuelto clandestino, y la promesa de una ceremonia completa es tanto un acto de esperanza como de resistencia. Las familias trazan rutas en silencio para evitar emboscadas y dependen de los mensajes de los directores funerarios para saber cuándo es seguro trasladar un cuerpo.

El colapso del Estado no solo afecta a los cementerios. Las morgues también sufren, incapaces de mantener la refrigeración, lo que provoca la rápida descomposición de los cuerpos. Los restos se acumulan, ya que muchas familias no pueden costear un entierro o han sido desplazadas de sus hogares. Los brotes de enfermedades son una amenaza constante.

La violencia y el caos se extienden más allá de la capital, con un aumento del 24% en ataques contra civiles desde diciembre de 2024. El desplazamiento ha crecido un 80% en el norte, y más de 1.3 millones de haitianos están desplazados. En este entorno, incluso el duelo se convierte en otra víctima.

A pesar de la adversidad, las familias haitianas encuentran formas de mantener viva la memoria de sus seres queridos. Un poco de tierra del patio familiar en el ataúd, una cinta blanca en la muñeca del doliente, son pequeños actos de rebelión que mantienen viva la dignidad frente a la extorsión. La esperanza de que los cementerios vuelvan a ser espacios de memoria persiste, y en esos breves momentos entre el pago y el entierro, el deseo de dignidad se mantiene firme.

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