Cada semana, muchas familias acuden al cementerio de Sidi Embarek para recordar a sus seres queridos. Lo hacen con respeto, con recogimiento, y en estos días, especialmente durante el mes sagrado de Ramadán, con más frecuencia y emoción. Pero su experiencia está lejos de ser tranquila. A menudo se enfrentan a una escena que se repite con demasiada frecuencia: fuentes sin agua para regar las tumbas y la ausencia total de zonas techadas que permitan resguardarse del sol o la lluvia durante los entierros.
El Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía (MDyC) ha vuelto a alzar la voz sobre lo que considera una situación de “abandono” en el cementerio musulmán de Sidi Embarek. A través de un comunicado dirigido al área competente del Ayuntamiento, la formación ha denunciado deficiencias básicas que, aseguran, afectan de forma directa al día a día de quienes visitan este lugar sagrado.
“No se trata de un problema nuevo”, afirman desde el grupo localista. Las quejas por la falta de agua en las fuentes son, según sus palabras, “recurrentes”, así como la demanda de instalaciones mínimas que permitan a los asistentes dar o recibir el pésame con dignidad. “Cada vez que vamos, nos encontramos con que no podemos regar las tumbas por falta de agua o que estamos expuestos al clima sin un solo sitio donde cubrirnos”, explican en su escrito.
Además de estos problemas, el MDyC ha recordado que ya en enero llevaron al Pleno una interpelación para conocer los motivos de la paralización de las obras de ampliación del cementerio. Advirtieron entonces sobre la falta de espacio para nuevos enterramientos, una preocupación que continúa sin respuesta clara por parte del Ejecutivo local.
El grupo insiste en que no se trata solo de infraestructura, sino de respeto. “Hablamos de un lugar de memoria, de duelo, de conexión espiritual. No puede estar sometido a la dejadez”, concluyen.
Mientras tanto, la ciudadanía sigue esperando soluciones concretas. Porque el duelo, en cualquiera de sus formas, merece espacios cuidados. Y porque visitar a los que ya no están debería ser un acto de paz, no una prueba de resistencia frente al abandono.