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Actualizado: 27/03/2024
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Jugarse la vida para llegar al cementerio

Jugarse la vida para llegar al cementerio

Vía: Autor: Antonio Garrido / La Voz de Galicia

Ángela y Elvira hacen cada martes la misma ruta. Desde Guillán hasta el camposanto de Carril. Se juegan la vida para llegar al cementerio. Literalmente. El último tramo de su trayecto tiene de todo. Un camino de tierra en el que asoman piedras que le romperían la crisma a cualquiera que se cayera encima y una cuesta que tiene mucho más peligro para bajarla que para subirla. Superada esa dificultad aparece el riesgo en grado extremo. Toca cruzar la carretera. No es una carretera cualquiera. Es una de las principales vías de entrada y salida a Vilagarcía de Arousa. Los coches pasan continuamente y a una velocidad muy respetable. Aparecen tras una curva cerrada y en pleno proceso de aceleración.

«Hay que mirar a un lado, y hay que tener cuidado con el otro lado. Deberían hacer una pasarela», razona Ángela. Ambas tienen muy claro que se juegan la vida cada martes. El camino destrozado, que no tiene luz y que en invierno se convierte en impracticable a horas muy tempranas, es casi lo que menos les importa. Armadas con sendos palos que valen tanto como bastones como para espantar a cualquier perro despistado que se les aparezca claman por alguna solución para su pesadilla semanal.

Pero, por increíble que parezca, a Ángela y a Elvira no les va tan mal la cosa si se compara con el problema que tendrían si vivieran en Bamio. Para cualquier vecino de esa parroquia ser peatón es directamente flirtear con los atropellos continuamente.

Cualquier actividad diaria constituye todo un riesgo porque las aceras brillan por su ausencia. El tramo final de lo que se conoce como la carretera vieja es un adelanto de lo que les espera. Los arcenes se estrechan hasta desaparecer y llega más tarde el momento de decidir. Hay un cruce diabólico por el que circulan los coches que entran y salen de la gasolinera. Luego toca escoger: ir saltando de isleta en isleta o adentrarse por el camino más seguro -seguro porque circulan por él menos coches no por su estado- que cada martes también usan Elvira y Ángela.

El último accidente
La elección no debería admitir dudas. La semana pasada dos coches tuvieron un violento accidente en la rotonda de la salida de la circunvalación. Si algún peatón hubiera estado esperando por allí para poder seguir su camino hacia Carril, su destino habría estado tan nítido como oscuro su porvenir.

Hace unos meses, José Manuel Cores Tourís estuvo en O Salgueiral para anunciar una batería de obras que se iban a realizar en la comarca. Acerca de la necesidad de colocar un semáforo en las inmediaciones de la parada del autobús escolar -otra reclamación tan histórica como necesaria-, o de la habilitación de un paso peatonal adecuado que una Carril con Bamio, el delegado de la Xunta en Pontevedra se limitó a decir: «Hay que habar».

Hace apenas un mes, el alcalde de Vilagarcía se reunió con la conselleira de Infraestructuras Ethel Vázquez. Entre las reclamaciones, la ampliación de las aceras de Carril a Bamio que Vázquez aseguró que se estudiaría. Al semáforo le dio luz verde, pero con Ravella asumiendo los verdes.
Entre tanto, Ángela y Elvira han seguido haciendo cada martes su ruta hacia el cementerio. La hacen con miedo.

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