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Actualizado: 27/03/2024
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Científicos españoles y austríacos desvelan rituales funerarios en el yacimiento neolítico de Alto Reinoso

Científicos españoles y austríacos desvelan rituales funerarios en el yacimiento neolítico de Alto Reinoso

Un grupo de científicos españoles y austríacos ha desvelado la existencia de rituales funerarios, entre ellos sepulturas megalíticas, ceremoniales y enterramientos colectivos entre miembros de gran parentesco entre sí, dentro del yacimiento neolítico de Alto Reinoso, en el centro de Burgos.

Ubicado en una pequeña loma junto al puerto de la Brújula, entre los términos de Fresno y Monasterio de Rodilla, este yacimiento funerario pertenece a la época del Neolítico, está fechado entre los años 3700 y 3600 antes de Cristo, y fue excavado en 2006 y 2007 por un equipo de la Universidad de Valladolid dirigido por el profesor Manuel Rojo Guerra y financiado por la Junta de Castilla y León.

En los últimos años sus restos han sido analizados con técnicas de radiocarbono y otras aplicaciones como el ADN y los isótopos de estroncio, lo que ha permitido datar el yacimiento y extraer conclusiones como las que acaban de publicar sus promotores en la prestigiosa revista científica PLOS ONE.

El hallazgo de 47 cuerpos y su colocación demuestra la existencia de un enterramiento colectivo de miembros con un gran parentesco entre sí, caracterizados por un fuerte sentido comunitario y una alimentación a partir de una dieta muy homogénea entre todos sus individuos.

Así consta entre las conclusiones vertidas en la revista PLOS ONE dentro de un estudio que ha liderado Kurt W. Alt, de la Universidad Privada del Danubio (Austria) y que también han firmado Manuel A. Rojo Guerra, de la Universidad de Valladolid, y Rafael Garrido Pena, de la Autónoma de Madrid.

Los análisis de ADN en más de la mitad de los cuerpos revelan la presencia de un grupo humano local con fuertes vínculos de parentesco por vía matrilineal, algunos se encontraban en conexión anatómico, incluso abrazados, lo que acredita los fuertes lazos de parentesco. Los restos presentan un número moderado de patologías como artrosis, fracturas tratadas antes de morir, traumas craneales y una baja frecuencia de caries, han informado hoy fuentes de la Universidad de Valladolid.

En cuanto a los ajuares funerarios, otra fuente de información, son muy similares a los documentados en otros monumentos funerarios de la Meseta Norte, con la presencia de láminas y microlitos geométricos de sílex, industria lítica tallada, hachas de piedra pulimentadas, así como cuentas de collares elaborados de diversas materias primas.

Estos testimonios remiten a una cronología del cuarto milenio antes de Cristo, confirmado por las tres dataciones radiocarbónicas realizadas por los científicos. La recolocación de los huesos, reordenados y manipulados, ha sido interpretada por el profesor Rojo Guerra como «un espacio funerario de uso diacrónico», y la estructura circular del recinto «indica claramente que hubo de estar protegido por una estructura cerrada», según el estudio.

Al no haber sido encontrados restos de cimentación o zócalo, los investigadores piensan que la estructura circular podría corresponder al perímetro de una choza vegetal muy parecida a las frágiles cabañas que habitaban los pobladores de la zona.

«En un momento determinado, cuando sus usuarios decidieron dar por terminado el periodo de uso de la misma, procedieron a desmontarla» y a convertir el lugar en un monumento funerario a la memoria de los antepasados allí depositados y sellado por un túmulo de piedras calizas, añade el estudio.

Las excavaciones han atestiguado también la presencia de restos muy deteriorados de una inhumaciones posteriores, en la Edad del Bronce, bien entrado el II milenio antes de Cristo y que constata el aprovechamiento de ese sepulcro colectivo.

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