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Actualizado: 27/03/2024
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El cementerio de Teresa, el más pequeño de España

El cementerio de Teresa, el más pequeño de España

Vía: Diario de Navarra

Esta es una historia única entre el cielo y la tierra. La historia de Teresa, la solitaria moradora del cementerio más pequeño de España, levantado hace justo 99 años en los bosques de Bausen, un pueblecito de postal de 51 almas, en el Pirineo leridano. Estos días de nichos y crisantemos, tampoco faltarán flores frescas sobre la lápida de Teresa, a la que se accede a través de una cancela de hierro abrazada por un recio muro de piedra. Allí yace Teresa sola frente a la eternidad.

Es la única difunta con cementerio propio. Lo construyeron sus vecinos expresamente para ella la misma noche que murió, en un noble ejercicio de solidaridad y cariño. Un gesto que encierra, además, un relato de amor que bien podría haber firmado Allan Poe, el escritor romántico que veía en la luna el sol de los muertos.

«El cementerio de la Teresa», como aún lo llaman las abuelas de Bausen, se abre paso bajo un bosque de hayas, robles y manantiales, a 800 metros del casco histórico de esta aldea del valle de Arán. No está señalizado, pero todo el que sube al pueblo a practicar senderismo por sus bellísimos alrededores se desvía del camino para dejarse embriagar por lo místico del lugar y su fascinante historia.

¿Por qué Teresa ocupa el único sepulcro del cementerio? Hay que remontarse a los primeros años del siglo XX cuando una adolescente Teresa se enamoró de su primo Sisco. La pareja quiso casarse por la Iglesia, como mandaban los cánones de la época, pero su parentesco exigía una dispensa canónica que costaba un dinero que los jóvenes, de origen humilde, no tenían. Ello no impidió que los dos enamorados mantuvieran su relación contra viento y marea, y se fueran a vivir juntos. El cura les dio la espalda por pecadores, no así los vecinos que les trataron como a cualquier otro matrimonio, sin miradas inquisidoras ni chismorreos a sus espaldas.

Sisco y Teresa tuvieron dos hijos y vivieron felices hasta que ella murió prematuramente de una neumonía. Ocurrió el 10 de mayo de 1916. No llegó a cumplir los 34. Él quiso enterrarla en el cementerio, pero el párroco se negó a «profanar» tierra santa con el cuerpo de «una pecadora». A falta de recintos civiles en los camposantos religiosos, a los fallecidos ‘en pecado’ (madres solteras, suicidas, prostitutas.) les aguardaba un agujero en mitad del monte. Así que esa misma noche los vecinos se conjuraron para dar a Teresa la dignidad de su última morada, y piedra sobre piedra levantaron en un claro del bosque un cementerio en toda regla, con su rocoso cercado, su puerta enrejada y su árbol dando sombra a la lápida.

Sisco y los niños continuaron en el pueblo, pero se exiliaron a Francia en la Guerra Civil. «Los bisnietos siguen viniendo de vez en cuando», cuenta la alcaldesa de Bausen, Verónique Noelle, orgullosa de aquellos paisanos suyos que una noche de mayo de hace casi un siglo «se arremangaron» para estar a muerte con Teresa. Su sepulcro en mitad del bosque sigue conservando cierto halo de misterio. No hay senderista que no se acerque a acompañar un rato a la tumba más solitaria del cementerio.

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