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Actualizado: 27/03/2024
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Highgate: mi cementerio favorito

Highgate: mi cementerio favorito

Vía: Conxa Rodríguez / El Mundo

Por la noche, el cementerio de Highgate, en el norte de Londres, es la morada de zorros urbanos que conviven armoniosamente con millones de ciudadanos. Por el día, la necrópolis -dividida por Swain’s Lane entre la parte este y la oeste- recibe a visitantes vivos y a nuevos residentes que todavía encientran un hueco en el que ser enterrados. El camposanto del oeste abrió en 1839 y el del este en 1856, cuando Londres dominaba el mundo y la ciudad crecía a un ritmo que exigió la creación de siete nuevos grandes cementerios. De todos ellos, sólo Highgate está catalogado en grado 1 en interés cultural. El palacio de Buckingham es grado 2.

El fosal ha atravesado épocas de grandeza y de decadencia. La arquitectura gótica victoriana supura en el del oeste en el que se levanta también la avenida egipcia, como un botón de muestra del poderío imperial británico del siglo XIX. Panteones, catacumbas, mausoleos, tumbas y sepulcros de todo tipo. La lista de famosos sepultados allí abarca desde la novelista George Eliot en 1880 y Carlos Marx en 1883 hasta el pintor Lucian Freud en 2011. Los epitafios dan para varios libros. El del artista pop Patrick Caulfield (1936-2005) dice, con incrustadas letras de arriba abajo en el borde de la lapida, «dead» (muerto) mientras que el del empresario punk Malcolm McLaren es más reflexivo: «Un fracaso espectacular es mejor que un éxito benigno».

Pese a su catalogación, el cementerio estuvo dejado de la mano de Dios desde mediados de la década de 1970 hasta los años 90 cuando se formó la sociedad Friends of Highgate Cemetery y empezaron a cortar matorrales que cubrían las lápidas para que brotasen las historias de los muertos. La sección oeste puede visitarse únicamente con guía y después de pagar de 12 libras (15 euros) porque pervive en una delicada situación mientras que la del este, con más nombres conocidos soterrados, pero menos interés arquitectónico, puede visitarse después de comprar una entrada por cuatro libras (cinco euros).

A Tony Parsons (Londres, 1953) le llamó la atención los epitafios y el ambiente que trasmite el camposanto para transformarlo en uno de los lugares en los que transcurre una parte de su última novela, ‘The murder bag’, sin traducir al castellano. La que sí ha pasado al español y también tiene lugar en el citado cementerio es ‘Ángeles fugaces’ (originariamente ‘Fallen angels’), de Tracy Chevalier, escritora americana vecina del barrio de Highgate. Su historia la protagonizan dos familias surgidas de las lápidas londinenses, los Waterhouse y los Coleman, enzarzadas en dilemas amorosos, celos y rivalidades en tiempos en que Inglaterra se debatía sobre la validez de la modernidad y los cambios generados por la revolución industrial.

También traducida al castellano y colocada, parcialmente, en la necrópolis de Highgate es la obra literaria ‘Un lugar incierto’, de la novelista francesa Fred Vargas, quien ha refrescado la novela negra y de misterio en la tradición de Agatha Christie con la saga de investigaciones del comisario Adamberg. No obstante, el libro en el que más presencia tiene el cementerio de Highgate es una novela de la americana Audry Niffenegger quien desde Chicago fue seducida por los recuerdos que tenía de una visita al lugar. La fuerza de sus propias memorias la empujó a un nuevo viaje a Londres y a otro detrás de otro hasta que acabó como guía voluntaria en el cementerio oeste.

La novela de Niffenegger, publicada en 2009, lleva por título ‘Her fearfull symmetry’, que tiene también de marco una historia familiar, como la de Tracy Chevalir. Sus protagonistas son dos hermanas gemelas que heredan con unas condiciones peculiares el piso de una tía en el barrio de Highgate. El título alude al poema ‘The tyger’, del artista y escritor británico William Blake. Para vincular aún más el libro al cementerio, el término «symmetry» en el título se parece fonéticamente a «cemetery». Audrey, residente en Chicago, y Tracy, instalada en Londres, han resultado ser dos americanas seducidas por la atmosfera victoriana que rezuma entre árboles, matorrales y sepulturas de todo tipo. La reina Victoria requirió que el escritor Charles Dickens fuese enterrado en Westminster aunque tres miembros de su familia, algunos de ellos reconocibles en los personajes de sus novelas, están también sepultados en Highgate.

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